BiblioExperiencia: la alegría de leer: de la primaria a la jubilación


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Autor: Gentil Rojas
Profesor Jubilado


Nuestra Biblioteca es un tesoro, bien escondido en la mente de casi todos los profesores que lo “dan por supuesto”, inmerso en  el paisaje rico  de Meléndez.  Así percibo su  ausencia notoria en mis  visitas  de  usuario cuasi-adicto.  En efecto, durante décadas ha sido un alivio, llenar el vacío creado por las “múltiples desocupaciones” de la jubilación, con  la lectura, en especial de libros.  Caracterizada ésta por ser promiscua y voraz.  El criterio dominante para  la escogencia de los libros es pasar revista de los libros sobre humanidades devueltos por los estudiantes, como atajo para descubrir con eficacia, lo que está de moda en los cursos, de acuerdo con   las preferencias de los profesores .

Mi  material de consumo es promiscuo y voraz. Promiscuo por ser una mezcla sin foco ni especificidad, como una cacería con rifle de regadera. Ilustra por ejemplo, la lectura en marcha: Garcia G. y Marset J.C., Probablemente Dios no Existe, Ed. Planeta 2009, un banquete para ateos, grupo al que no pertenezco. Y. Berlin I., El Estudio Adecuado de la Humanidad, FCE, 2009, una colección de ensayos, entre otros, sobre Libertad y Determinismo, tema que me apasiona.  Lo de voraz  tiene que ver con la rapidez para descartar--entre los cuatro o cinco libros semanales -- lo que no me atrapa. La voracidad relacionada  además con el sacrificio de la profundidad en beneficio de la diversidad, inspirado el intercambio en una razón superior y  profunda.

Por antecedentes  académicos  y profesionales me autopercibido como un “burro”, deliberada y consagradamente, cargado con  las alforjas repletas de economía y con  poco del resto  humanístico y científico.  Lo de “burro” es quizás insuperable.  Pero aun así, me refugio en que lo más solido de la vida es el placer falso de la ilusión.  La ilusión tardía de cumplir el resto de la jornada cargado con unas alforjas, con un surtido de lo  más variado y enriquecedor.

Enriquecedor porque con frecuencia siento que de las lecturas humanísticas  se desprenden ladrillos que encajan muy bien, en los vacíos del edificio de la teoría económica.  Al fin y al cabo, pese a sus limitaciones, la economía es una ciencia imperial, por atravesar  todas las demás y la actividad humana en su conjunto.  Por lo que el llenado de los vacíos naturales de la teoría emerge como un beneficio colateral de la promiscuidad y la voracidad de los buenos libros, halando la cuerda de nuevo, hacia la fuente primaria de las “burradas”.

Sin embargo, el placer máximo de mis visitas a la Biblioteca es el sentimiento de reconciliación con lo público, en concreto con el gasto público, tan esquivo para los pobres y tan cercano a la corrupción. El disfrute de salas espaciosas, silenciosas y luminosas; hectáreas de libros; y del chorro de aire acondicionado me transmiten la  sobrecogedora  presencia  del  derrame del "billete público" de manera directa y concreta sobre los pobres. 

Durante el resto del día ellos no disfrutarán de un ambiente parecido, pero éste continuará  disponible  mañana y a perpetuidad para otras generaciones.  Ahí en ese espacio dan continuidad a  las oportunidades abiertas desde de la primaria y la secundaria, que serán determinantes de profundas transformaciones de sus destinos, mejoramientos de las finanzas y el bienestar propio y de sus familias; aportes al crecimiento económico por su productividad en el trabajo y evidencia de que es viable que el gasto público beneficie, primordialmente, a quienes mas lo necesitan.

Bueno, si de las vivencias se trata, este relato quedaría incompleto con la exclusión del disfrute de otro placer:  el trato profesional, servicial, dedicado y amistoso de todos los seres humanos que trabajan en la Biblioteca; otra de sus grandes fortalezas.  En particular, mis relaciones con Mónica y en especial, con Maria Eugenia son una ficción planificada, para crear un clima de bromas asociadas con acusaciones insólitas, como por ejemplo: de sabotearme, acomodando  con rapidez en los estantes los libros devueltos para que yo no encuentre nada; de inventarme multas; de la demora deliberada  con otros usuarios para no atenderme…


El párrafo de cierre es un modelo, especificado desde la economía: una fuerza joven demandante con enorme potencial; una oferta creada por el gasto público socialmente eficaz y unos gestores que intermedian con calidad. Y el jubilado, ¿donde diablos está en ese modelo? Se dan cuenta de que las “burradas” son inevitables!

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