BibloExperiencia: "Dar de leer"



BiblioExperiencias, Biblioteca, Bibliotecarios, Colección general, Proyecto, Relatos cortos, Libros, Revistas, Usuarios, Vivencias significativas, BiblioExperiencia: dar de leer



Autora: María Eugenia Marínez
División de Bibliotecas


Es producto del azar, tal vez, ejercer una profesión para la cual no te preparas desde la academia sino desde la convicción y las circunstancias; impulsada por creencias que comparan a las bibliotecas con el nirvana y al bibliotecario con el celoso custodio de sus saberes. Sin embargo, tras largos años de ejercer este oficio te das cuenta de que ser bibliotecario es otra cosa y que la biblioteca “Mario Carvajal” puede ser un lugar “intimidante”. Esta última percepción me acompaña desde la primera vez que me encontré de frente con esa mole gris ubicada en el corazón de Univalle – Meléndez. Desde entonces he guardado cierto respeto por lo que simboliza su espacio físico y por una idea de biblioteca que he construido desde la experiencia.

No voy a detenerme en cual es esta idea, por lo demás bastante común; pero sí quiero aprovechar para hablar sobre mi visión de la Biblioteca “Mario Carvajal”, y en particular sobre la creencia, por fortuna cada vez más olvidada, de que el bibliotecario es un custodio del conocimiento. Digo que la Biblioteca es un lugar “intimidante” porque leo cierto temor en las caras de los usuarios un poco extraviados que deambulan por sus colecciones. Refuerzan esta idea el tono sibilante con que hablan los “primíparos”; los visitantes que consultan en grupo y se esconden uno detrás de otros antes de exponer sus dudas, o la pregunta que una vez me formularon: “- ¿esa es la Biblioteca? - señala con el dedo el usuario - ¿se puede ingresar ahí?

Un lugar común es creer que la biblioteca en sí misma es un espacio acogedor, que invita al autodescubrimiento o la transformación personal; sin embargo, creo que los imaginarios que construimos en torno a ella, como espacio de cultura e inclusión, suelen repeler a quienes no se identifican con el saber dogmático que albergan, o porque en últimas siguen definiendo qué leer y cómo hacerlo en una época donde la lectura se siente en crisis o amenazada por construcciones de mundo que no atraviesan la académico. No afirmo que leer sea un acto académico, por el contrario, comulgo con quienes ven en ello una actividad que subvierte todos los órdenes. Al leer edificas tu propia realidad, creas un nicho donde cimientas las verdades que te definen. Pero quienes rechazan la lectura, entre otras razones, establecen una relación de correspondencia entre el libro y la academia.

He afirmado que el bibliotecario no es el custodio del conocimiento; pero también reconozco que durante largos años, que asemejan lo que Margarite Yourcenar llamó: “el invierno del espíritu”, los bibliotecarios de la biblioteca “Mario Carvajal” tuvimos el dudoso privilegio de “dar de leer” a cuenta gotas a nuestros usuarios. Administramos el conocimiento pasando los libros a través de ventanillas, como si la selección de ciertos autores, tendencias y paradigmas que impone el saber científico no fuera en sí mismo un dogma, que limita el diálogo abierto con las verdades que se construyen al margen. El sentimiento de carcelera y dispensadora de libros aún me acompaña, porque el cierre de las colecciones, aunque no sea físico, es una posibilidad abierta ante el abuso de quienes le apuestan al detrimento de lo público. En una colección abierta se escucha por doquier el gorjeo de los libros, pájaros anhelantes que para emprender vuelo precisan alas que son nuestros sentidos.


Para no alargarme, termino mi BiblioExperiencia agradeciendo a todos los usuarios que me enseñaron a ejercer este rol de bibliotecaria. No creo en el acto de ser bibliotecario porque te calce el título o porque te resguardes bajo el aura de dignidad y sabiduría que envuelve a las bibliotecas; esa es la forma, el contenido lo da el usuario. Uno se hace bibliotecario en la experiencia de indagar y descubrir con el otro, de dialogar sobre los saberes distintos que entretejen nuestras realidades. Agradezco, entonces, a quienes me brindaron la oportunidad de aprender de música, literatura, cine, fotografía, pintura, topografía, historia, geografía, arquitectura y otros tantos saberes más o menos próximos a mis propios intereses.

Comentarios