Una
Triste Noche
En
esta oscura noche, el cielo me pide que le cante. Pero yo no sé
cantar, lo único que puedo hacer es aullar. En esta noche, oscura
noche, noche sin luna, ya no quiero ser lobo quiero ser aire. Pero la
existencia me ha corrompido, ahora mi mente es perversa. Mi corazón
solo odia y mi alma no puede oscurecerse más.
Cada
suspiro que emerge de mi inconsciente mente, baja a mi pecho y lo
inunda de una inmensa melancolía, y al salir de mis fosas nasales
siento que muero un poco más. Como si en cada exhalación olvidará
como respirar y me ahogara lentamente. Me tiembla la claridad mental,
enfermo estoy. Noté los síntomas a tiempo, pero me mentí al pensar
que todo estaría bien. Ahora me miento al decirme que puedo
soportarlo, me digo que no hubieron víctimas ni victimarios, pero la
verdad es que soy yo él que paga por este crimen. Sin importar lo
que quiera, los sentimientos me traicionan y me hacen infeliz.
He
hecho algo terrible y no puedo cambiar el pasado, pretendo
concentrarme en el presente para evitar el futuro, pero el
sufrimiento me consume, la tristeza me supera y la melancolía devora
mi corazón sin piedad. Al final, termino perdido en la inmediatez
del dolor que me atraviesa, siento como arden mis pensamientos y sin
poder evitarlo estallan en mí, mil granadas de frustración y
confusión. Me siento tan fugaz como el rojo labial de una
prostituta, tan tenue como mi cordura.
No
siempre fue así. Vagamente recuerdo haber sido humano tiempo atrás,
aunque cada vez la sensación de recordar se mezcla más con la
sensación de imaginar. Supongo que con el tiempo no habrá
recuerdos, solo imaginarios en esta mente tan dispersa. Por haber
robado una sonrisa, se me condenó a morir en vida. Ya hace un par de
largos años se me maldijo a ser un lobo y no se me concedió manada.
Maldito a vagar solo estoy, camino sin avanzar. Corro y, aun cuando
las plantas de mis pies sangran, no logro llegar a lugar alguno.
Maldito a ser un errante estático en este mundo estoy.
Ahora
cada noche de luna llena le suplico al cielo que exima mis culpas,
que perdone mi insolencia y mi arrogancia. Me sumerjo en los tragos
del hubiera, y me intoxico con el olvido. Mi camino hacia la locura
ya está trazado y parece tan inevitable, y para ser honesto no sé
si huyo de él o lo deseo con desesperación. Mis ideas no logran
converger, solo atacan.
Al
ir finalizando esta noche, jadeo y se me acelera el corazón. Aprieto
mi pecho pero no me hallo, trago saliva y veo como los sonidos
colorean la espalda de esta moribunda noche. Las estrellas titilan
antes de desvanecerse y yo parpadeo con desesperación, esperando
verle la cara a la muerte mientras me retira su abrazo nocturno. Pero
sólo logro oler su aroma, azucenas azules recién cortadas, el olor
de un beso fingido.
Ahora
amanece, y al abrir los ojos tengo esta misma sensación. La
sensación de que fui, no sé lo que fui, pero me rebosa la certeza
de que lo fui. Me aterra ser, pero sigo siendo. Destinado a ser dos
personas estoy, un lobo y una sonrisa. Al despertar, me libero de mis
grilletes. Ingenuo de que una vez más llegará otra triste noche, y
una vez más reviviré esta historia, la historia de una triste
noche.
Autor:
Azul de Melón
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