NO TE MUEVAS
“Te volves loco allí afuera, y adentro no deja pensar el calor y el fragor de afuera. Entonces empiezas a oír como el viento se lleva las hojas en la calle, pareciera un huracán vigoroso que hace crepitar las hojas como si se partieran; que sonido tan agradable, podría dormir y levantarme todos mis jodidos días con ese sacro sonido. ¡Oh! Pero no es solo eso, ahora es débil el viento, tanto que apenas escucho hojas arrastrándose y resquebrajándose, asemeja el sonido de las gotas de lluvia al caer, ojala fuese lluvia. Así esta horrible escena no parecería tan mala e iría inspirado por la humedad a esconder el cuerpo, pero, que va a ser la lluvia si ni siquiera el viento puede llegar hasta este rincón de la casa. Tanto sufrir con este calor y el maldito viento no llega, podría morir... si tan solo lloviera, igual no quiero morir de otra forma, si no llueve no muero, seguiré aquí entonces.”
El
cuerpo de ese desgraciado sigue chorreando sangre de su cabeza por
unos pequeños orificios, pero ya en menor medida. Después de todo
sí era la lluvia lo que él escuchaba estrellarse contra la acera,
aunque apenas unas gotas...el viento hacia rasguñar las hojas en la
acera, rasguños que se mueven horizontalmente haciendo fricción con
los fríos andenes intentando buscar algo, así de fuerte era el
viento, era un sonido sordo y monótono, lo estaba adormilando, podía
sentir el coeficiente de rozamiento de la hoja contra la calle dentro
de sí mismo.
Se
mueve una de sus manos, la mira, marcada con diminutos huequitos,
resultado de presionar fuerte y constantemente la grava y la arena
del suelo. Estaba blanca; le duele por un instante; luego el color
vuelve a ella.
Sabe
que ya no puede estar inmóvil más tiempo; si alguien no iba y lo
mataba tal vez si lo haría la fuerte cefalea producto de la
canícula. Sabe que desaprovechar el tiempo quedándose tirado en el
suelo solo es un placer reservado a los más trabajadores.
Ya
es todo, escucha como caminan hacia él, ve unos zapatos cerúleos y
les dispara con su escopeta; un dos cuatro erupciones llenas de dolor
rojo brotan desos zapatos ahora escucha un estridente grito, pero no
lo despierta el sólo piensa:
“que
desperdicio de balas y de sangre... y de vida, lo único que vale la
pena es esa lluvia tan magnífica e indiferente, cae sin compasión,
antes lejos de mí, pero se fue acercando lentamente la maldita,
haciéndose más sorda y más fuerte y fría, con un viento glacial
que siento en todo el cuerpo aunque aún no me tocan.”
“Jamás
me caerán encima, estoy cubierto por un techo de zinc –el fragor
es impresionante- pero las que caen cerca las veo caer y romper la
existencia, me rompen también a mí. Son como el sonido de un arma
al dispararse repentinamente, solo que no para... creo que son tiros
y pienso que moriré con cada maldito sonido, que esa es mi bala,
pero no, es solo el goteo de lluvia que se hace dispendioso ahora,
creo que acabara y yo también, solo no dejo de pensar en ese libro
de Sartre, he luchado mucho por dominarlo, por no dejarme
influenciar, sin embargo...”
¡TAC!
¡TAC! ¡TAC!
El
fin llego para él, como esa música que alegra el ambiente apenas
empieza y al morirse se lleva también todo, cada corchea de esa
salsa que uno lleva adentro, llega nos golpea y se va. Acercándonos
cada vez más un poco hacia el final.
-Entonces
¿Sin rencores? Ahora sí.
Dice
el dueño del pie ahuecado que no para de llorar y sufrir, luego
piensa:
“La
lluvia caía... es algo triste; no existen palabras más lúgubres
que ‘la lluvia cae’, cuando se deja de existir no importa si la
lluvia cae o si ya no cae, no importa si cae como miados tacaños de
ancianos o no, nada de eso importa. Las mejores lluvias siempre son
las más intensas, no me malinterprete no esas destructivas. Sino las
que son como el amor de la gente joven; apasionantes y breves,
agresivas y llenas de alegría pero siempre algo trágicas.”
Autor: "El zonpi"
Autor: "El zonpi"
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