Ar-terrorismo
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Del
área
rural
de
la
ciudad
salió
una
motocicleta
a
gran
velocidad.
Su
conductor
tenía
el
objetivo
claro:
acelerar
y
no
detenerse;
el
copiloto,
aferrado
al
vehículo
solo
con
sus
piernas,
sostenía
un
arma
profesional
con
sus
dos
manos,
listo
para
disparar
a
su
antojo.
Pasaron
por
calles
vacías,
calles
concurridas,
calles
principales,
calles
sin
salida;
ignoraron
semáforos
en
rojo,
semáforos
distraídos,
semáforos
indecisos;
atropellaron
cebras
indignadas,
basuras
abandonadas
y
hasta
arrollaron
un
insulto
que
iba
pasando
la
calle
como
perro
por
su
casa.
El
copiloto
disparó
sin
piedad.
El
arma
silenciosa
ayudaba
el
sigiloso
ataque;
las
personas
alcanzaban
a
medio
oír
el
sonido
del
vehículo
cuando
ya
era
demasiado
tarde,
ya
eran
víctimas.
Disparó
todo
el
cartucho;
entre
los
afectados
habían
niños,
ratas,
abuelos,
perros,
gatos,
policías,
vendedores
ambulantes,
aves,
arbustos,
edificios,
lagos
y
hasta
el
cielo
que
después
del
ataque
comenzó
a
sangrar
el
rojizo
atardecer.
Los
seres
vivos
no
pudieron
ocultar
su
cara
de
temor,
tanto
animales
como
personas.
Los
objetos
sin
vida
no
pudieron
ocultar
su
cara
de
vivos,
tanto
trabajadores
públicos
como
las
casas;
el
cementerio
fue
todo
un
espectáculo,
los
restos
de los
cadáveres
se
sentaron
sobre
sus
lapidas
para
esperar
el
ataque,
ansiosos
de
volver
a
morir.
La
comunidad,
indignada,
alertó
a
la
policía,
la
cual
desató
un
operativo
en
conjunto
con
el
ejército.
La
orden
era
clara,
los
delincuentes
representaban
un
peligro
para
la
sociedad,
además
tenían
toda
la
ciudad
atemorizada,
suficiente
motivo
para
darles
de
baja.
Miembros
armados
y
motorizados
de las
dos
entidades
persiguieron
y
atacaron
a
los
terroristas,
pero
fue
inútil,
se
escaparon.
El
gran
crimen
no
dejó
muertos,
excepto
los
que ya
estaban
en
el
cementerio.
Dejó
gente
herida,
vulnerada,
ignorada,
desprotegida,
muerta,
revivida;
paisajes
enteros
capturados,
momentos
espontáneos
plasmados
en
la
eternidad,
caras
de
miedo,
de
alegría,
de
duda
y
de
ira.
El
gran
crimen,
efectuado
por
los
dos
“terroristas
desadaptados”
dejó
en
total
novecientas
noventa
y
dos
fotos,
un
par
de
fotógrafos
realizados
y
una
exposición
fotográfica,
repleta
del
hermoso
esplendor
de
la
cotidianidad
titulada:
EL
TERRORISMO
DEL
ARTE.
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