El
Reinado De Las Cebollas
Se
desconocen sus orígenes, no se distinguen sus nombres, algunos las
llamaban Larga y Cabezona. Se las veía juntas, sin importar la
ocasión ellas estaban pegadas como siameses, se especulaba también
sobre su lejana procedencia. ¿Eran hermanas mellizas o gemelas?, la
duda sigue esperando su veraz e insipiente disipación, además
carece de relevancia. La continua rivalidad se expande a través del
tiempo, trazando la delgada e imaginaria línea, entre el amor y
odio. Apenas rozando el límite, sin jamás alcanzarlo.
Se
había terminado la jornada laboral en la huerta, la noche adornaba
la velada de los vegetales, en su mayoría cereales, setas, frutas,
legumbres, verduras y tubérculos estaban allí, mientras los
aldeanos agricultores, yacían en el profundo reposo del sueño. La
arquitectura del terreno decoraba la reunión, magia esparcida en el
ambiente a vísperas de la magna celebración, antecedida por la
elección y coronación de la nueva reina de la huerta.
La
población murmuraba entre sí, el chismoso grupo de las papas
regaban sus bochinches por doquier. Se escuchaban desde la distancia,
sus nefastas predicciones acerca del resultado. Ante el hecho las
alfalfas y alcachofas, se amangualaron en su contra, no toleraban los
rumores malintencionados y se habían alterado, las expectativas del
resto sin razón aparentemente válida. Los demás esperaban con
ansias el inicio del certamen, nadie quería perderse ningún
detalle, durante el desarrollo del evento.
Muchos
dedujeron, el posible encuentro final entre las candidatas. La
inminente batalla entre las cebollas por la corona, no da abasto. Los
aficionados enardecidos gritan, con pullas alientan a su cebolla
predilecta. El premio principal otorga absoluta soberanía y total
control, sobre el destino de la huerta, parecía una lucha a muerte.
El escenario lucía como cuadrilátero de boxeo, cada una en su
esquina, aguardaba el instante preciso para atacar. Larga deseaba
aplastar a Cabezona ridiculizándola, a su vez, Cabezona soñaba con
desterrar a Larga humillándola.
Circunstancialmente,
se había roto su lazo de hermandad. Furia emanaban de sus ojos,
destellos y auras alucinantes contagiaban a la multitud. Se acercaba
la hora de la confrontación, en el entorno se evidencia, la
frenética impaciencia de los asistentes. Todos querían verlas
desfilar por última vez, en traje de gala. Luego, escuchar con
atención el silencio sepulcral, precedido por las preguntas del
jurado. ¿Quién
será la ganadora?, ¿Quién contestará mejor los interrogantes?,
¿Quién será la mejor gobernante de la huerta?, los vegetales
presentes se deleitan por saberlo.
El
protocolo agobiaba a los espectadores, las fresas, moras y cerezas
representan muy bien, al grupo de las frutas artistas. Como de
costumbre muestran una breve intervención musical, antes del
espectáculo central, Larga y Cabezona reposaban detrás del
escenario. En su respectivo camerino, llegado el momento harían lo
necesario para destruir al adversario. Sus sentimientos se hubieron
esfumado en el pasado, no importa, la guerra había sido declarada
con muchísima antelación.
Yuca,
maracuyá, lenteja y tomate se encontraban preparados, listos para
ejecutar su titánica labor de jueces y verdugos. Porras de ambos
bandos, no otorgaban señas confiables de populismo, a favor de
alguna, cualquiera podría ganar la disputa. Confusión invadía el
espacio, imposible anticipar el desenlace de los próximos
acontecimientos. La incertidumbre impedía la adecuada respiración,
se comían las uñas y apretaban los glúteos, por el triunfo de una
cebolla.
Ahora
o nunca, todo o nada. Tanto Cabezona como Larga dieron su mejor
esfuerzo, durante el lapso de las pasarelas fueron blanco de las
inquisidoras miradas, siendo el centro de atención. Respondieron
correctamente a las inquietudes de los jurados, el público asistente
agonizaba por los nervios, solo restaba la decisión. Ya estaba
escrita, debía ser dicha por la irreverente zanahoria. Las cebollas
estaban juntas,
olvidaron sus diferencias y se abrazaron. Recordaron la hermandad que
brota por su sangre, se cogieron de la mano.
Larga, fue la palabra
pronunciada después de afirmar el título. Había ganado, ya
desfilaba con el cetro y la corona. Después del discurso, observando
a Cabezona rompió la corona a la mitad. Bajo la vista estupefacta de
la huerta, la proclamo su vice gobernante, su mano derecha. Increíble
e insólito, han terminaron cercanas. Desde entonces, su legado ha
transcendido entre generaciones. “Unidas somos más”, bonita
remembranza, aún perdura en el misterioso mundo vegetal.
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