ENTRE
HOYUELOS
Y DESEOS
Los
primeros
hoyuelos
que
llamaron
mi
atención
fueron
los
de
mi
profesora
Susana,
esos
bonitos
huequitos
cambiaban
mi
estado
de
ánimo
en
un abrir
y
cerrar
de
ojos,
recuerdo
mi
primer
día
de
clase,
por problemas
en casa
iba
tarde,
ella
en la
puerta
del
salón
(sonriendo)
me
atrapó
con
un paréntesis
facial,
¡sus
lindos
hoyuelos!
Soy
J.
J.
así
me
han
llamado
desde
pequeño;
un
día,
detrás
de un
huequito
en
la
pared,
(la
humedad
ya
había
hecho
estragos),
escucho
a
mi
abuela
decirle
a
la
vecina
que
llevo
el
nombre
de
mis
dos
papás,
sí,
mis
dos papás,
suena
un poco
raro,
pero
mamá
así
decidió
ponerme,
Jhon
Jairo,
en
la
duda
de
saber
si
el
padre
era
el
vecino
o
mi
tío
que
tantas
veces
abusaron
de
ella.
Mamá
una
mujer
que no
requiere
presentación,
aquellos
que
estamos
acostumbrados
a
vivir
en
estos
andares
sabemos
que
nuestras
madres
nos
tuvieron
por
la
poco
lucidez
en
las
acciones,
descuidado
y tirado
a
la
crianza
de
una
Abuela
que
solo
podía
brindar
enseñanzas
a
la
vieja
escuela,
esas
que
iban
en
contradicción
con
lo
que
me
brindaba
la
calle.
Ay
mi
Abuela,
doña
Estela,
esa
viejita
que
todo lo
arreglaba
a
golpes,
nostálgico
me
encuentro
al
recordar
como
sus
golpes
me
han
enderezado
hasta
las
pestañas.
Hoy
tengo
doce
años,
no
entiendo
de responsabilidades,
pero
sí
cargo
una
muy
grande
en
mis
espaldas,
mi
madre
y hermano.
Trabajo
cortando
caña,
la
dulce
caña
que
sabe
amarga
en
cada
costal
que
mi
pequeña
espalda
lleva,
un
viaje
tras
otro,
dulces
pero
amargas
tardes
bajo
el
sol.
Tengo
sueños
como
todo
mundo,
pero
a veces
siento
que
mi
camino
es
un sacapuntas,
y yo
el
lápiz
que
se
desgasta
en
cada
paso,
en
cada
salto,
en
cada
correr.
De
todos
esos
vacíos;
una
profesora
que ya
no
está,
solo
le
enseña
a
los
chicos;
de
amigos
que
han
caído
por
la
fogosidad
de unas
balas;
de
unos
padres
desconocidos,
solo
extraño
a
la
vieja,
ay
viejita,
eres
la
nube
que
ya
no está,
la
lluvia
fría
en
que te
convertiste,
la
tormenta
que
arrasó
mis
deseos,
ahora
estás
en
un
gran
hoyo
dentro
de
la
tierra,
ahora
me
encuentro
aquí,
en
la
agonía
del
tiempo,
esperando
que en
vez
de
las
paredes
de
mi
casa,
las
balas
perforen
mi
cuerpo…
Autor:
“El
Labra”
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