La
búsqueda
Mis pasos son zancadas pacientes, ¡claro! Poco me importa sentir el agua que cae, al fin y al cabo esos somos en mayoría, ¡agua! Tampoco llevé la chaqueta, por terco, pero ellas me lo advirtieron. Sin embargo, así lo prefiero, pensé.
El
camino
a
casa
era
de
casi
treinta
y algo
de
cuadras,
entre
largas
y
medianas.
Tanto
camino,
tanta vida
y
yo
aquí,
caminando
bajo
la
lluvia.
¿Qué
hago
ahora?,
¿qué haré
más adelante?
En
la
sucursal
no se
oye
la
música,
no
cuando
está
lloviendo.
Parecen
dedicarse
a escuchar
la
melodía
ancestral
de la naturaleza.
Veo
las
luces,
veo
una que otra persona
y todos
parecen
huirle a
la
lluvia,
mientras
parsimoniosamente
los
observo
rápidamente
y aquellos
sólo
voltean
sus
rostros,
otros
ni
se
percatan
de
mí
donde
ciudad
y aguacero
te vuelven
uno más,
un ignorado.
Las
calles
parecen
más
largas,
la
vida
parece
tan
extensa
como
todo
el
tiempo
junto,
las dudas
se hacen
más
evidentes
así
como
los
goterones
que
espantan
a
los
corredores
de la lluvia
que se vuelven
tan
escasos
como
mis
logros,
todo
aquello
a
medida
que me
adentro
más en
aquel
lugar,
mi destino.
En
este
momento
el
andén
resulta
acogedor,
ha
llegado
la
hora
de
sentarse
aunque
por pocos
minutos,
mis
párpados
pesos
y mis
ganas
no
alcanzan
¿Qué
hice
mal?
Será
que
si
lo hubiera
hecho…ya
ningún
lamento
sirve
y
se me pasa
la vida.
Si
tan
solo
tuviera
más,
si
tan
solo
este
yo
de
hoy
fuera
otro yo.
A
veces
creo
que
la
vida
es
injusta
pero
todo le llega
al
que se la
busca,
todo le
llega
al que la
sabe
hacer.
El andén
me
recuerda
a
la
infancia
y
está
a
mis
sueños
de juventud
donde soñaba
con
ser
un gran
científico,
pero
con
el
paso
del
tiempo
los
recursos
se
agotaron
y
a
duras
penas
terminé
el
bachillerato
y
los
caminos
se
bifurcan
y nunca
son
lo
que
se
esperan,
un
día
estás
bien y
al
otro
día te
han
echado
tus padres.
La
lluvia
no
para,
parece
que
seguirá
tan
eterna
como
la
búsqueda.
Si
mis
intentos
fueran
goterones,
qué
gran
diluvio
sería
la sucursal.
Tantos
intentos
para
una sola
respuesta,
qué
pasa
en este
mundo, ¿tan
poco
elegible
soy?
Paso
por
el
lado,
Jaime
el
mecánico,
un
amigo
cincuentón
me
dijo:
_parate
de
ahí
que
te vas
a
enfermar
y
vos
sabés
que
alguien
te
anda
esperando_
mientras
señalaba
hacia
las calles
más oscuritas,
justo
allá
arribita
en
el
fondo,
en
aquel
olvidadero.
El
viejo
es
otro
corredor.
Yo me paré
al
rato,
decidido
a recobrar
el
camino;
ya
ni un
transeúnte
me
esquivaba,
solo
farolas
adelante
y
atrás,
algunas
funcionando,
otras
titilando
y truenos
tan
fuertes
como
la
impotencia
de un
hombre al
intentar
ser
más
de lo
que
se
le deja
ser.
Y
aunque
hubo
tiempos
buenos,
esta
mala
racha
dura
más
que
estas
gotas
que una
por una
me llenan
de necias
ideas.
amino
tanto
que
estoy
a una
calle.
Parece
que
nada
cambiará
ya
este
día,
ya
quiero
llegar,
ya
será
mañana,
no
sé
qué
haré...
ojalá
todo
cambie.
Me
dispuse
a continuar
y
retumbó
el
cielo,
y se
fue
la
luz
mientras
mis
adentros
se
agitaban
en
un
pálpito
incesante
que
me recuerdan
que
estoy
vivo
y
debo
volver.
Llegué
al
olvidadero,
nada
se
ve
aun,
toco
esperando
ser
recibido
y se
aproxima
una lucecita
que se cuela
por la
parte
superior
de
la entrada.
Cruje
un
poco
mientras
sigo
empapándome,
llueve
a
goterones
y
ya
es
hora
de
entrar.
Abren
la
puerta
y al
fondo
está
aquella
mujer
que
decidió
acompañarme
en
lo
precario
de
esta
vida
y más
adelante
una
pequeña
que
sonriendo
me
estira
las manos
para
que
la
alce,
haciendo
surgir
mi
sonrisa.
Aquí ya
no
hay
frio,
ni
dudas.
Sólo
estamos
los
tres
en
esta
gran
oportunidad.
La
abrazo
con
fuerza mientras
la
vela
que
sostenía
mi
esposa
se apaga.
Sonríe
mientras
mis
ojos
dejan
escapar
goterones.
En mis adentros,
siempre que
llego
a
ellas,
pienso que
todo será
mejor.
_Hola
bebita,
aquí
esta papá.
Todo estará
bien. Alpequ.
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