Concurso cuento corto: Memorias de un primíparo


 
              Memorias de un primíparo

Siendo superadas las barreras de admisión ¿qué más seguirá? el examen médico, la matrícula financiera y la académica, que pague esto aquí, que saque tal papel allá, que tiene que llenar este formato. No se te puede olvidar la cita al examen de español e inglés, porque de lo contrario tendrás que sumar dos materias más al semestre, ni mucho menos faltar a la inducción de biblioteca, de no hacerlo olvídate de libros el resto de semestre. Y para completar la agenda, te programan inducciones con registro académico, OITEL y bienestar universitario.

Cumplidas todas la citas, cuando por fin crees que vas a tener un momento para celebrar tu entrada a la universidad... oh sorpresa, la semana siguiente tendrás que asistir a un curso complementario de ¡ocho de la mañana a seis de la tarde, que tiene solo dos créditos!, entonces piensas -todo sea por los créditos- pero el “entusiasmo” se derrumba al darte cuenta que tal curso es justo la semana antes del inicio de clases, dicho de otra manera, vas a tener una semana más de clase que el resto de la universidad.

Llegado el día, a madrugar otra vez, son las cinco de la mañana, estas despierto con todo el entusiasmo y te preguntas - ¿quiénes serán mis compañeros? Tal vez un grupo de niñatos recién graduados- Ya en la u, te das cuenta del error al pensar que te toparías con un grupo de colegiales vacíos, superficiales; al contrario, identificas una diversidad personalidades: Hombres y mujeres mayores que tú, casados, con hijos, con ideales e ideologías, auténticos, con el cabello azul o morado o rojo, rubias que tienen ideas y pensamientos propios, hombres tatuados pero intelectuales, jóvenes con propiedad para expresar sus ideas; en fin personas totalmente diferentes una de la otra y así en el resto del campus. Entonces piensas - ¿en qué circo me metí? ¿a quien le hablo primero? ¿serán amables? – e intimidado, pasas el primer día sin hablar con alguien. Después de algunos días, te vas familiarizando más con el grupo y al parecer ellos contigo, ahora se te acercan, te hacen preguntas e inicias conversación con ellos, ahora ya no son tan desconocidos. Así la semana del curso pasa, sin pena ni gloria.

El primer día de clase -oficial- ya hay caras conocidas a las cuales saludar. Y como en todo primer día, el profesor propone que cada uno se presente ante el resto del salón - ¡no profesor, ¿por qué?! - mientras los otros hablan; en tu mente - ¿qué digo? No digas tonterías, no vayas a mencionar esto o aquello, ¡sí esto sí!, ¿o no? ¡No, primero esto! - pero cundo te toca el turno, se te olvida todo el discurso, tartamudeas, dices lo que deberías haber omitido, sufres una amnesia pasajera. Y todo esto se repite día tras día, pues... ¡es la primera semana de clase!

Aunque no todo es tan malo en esa semana, pues no solo aprendes a conocer a tus compañeros, también a cada uno de los profesores con la tarea de trasmitir un poco de aquel conocimiento que poseen, usando todos, una manera diferente de hacerlo. Como aquél que llega tarde, no prepara clase, se va tempano -preguntas, preguntas- es su frase favorita, pero preguntas y no responde nada, dejándote con más dudas. También está el profesor que al principio parecía prepotente, que intimidaba, pero con el pasar de los días ves que no era tan malo como parecía. O el profesor que gasta sus horas de clase, contando sus historias de vida, a veces entretenidas, a veces aburridas, pero con la intención de que crezcas, tanto personal como académicamente.

Y mes a mes, te estresas, aprendes, conoces, te calmas, sonríes, lloras. Los ensayos, los trabajos, los parciales, las notas, las lecturas, las exposiciones; tu cabeza llena de información, sientes que vas a explotar, pero todo vuelve a estar tranquilo y lo único que deseas es que se acabe el semestre, tener buen promedio, para olvidarte de tus obligaciones por unos días. Entonces piensas -que difícil es ser un universitario- pero cuando se ven los resultados de tus esfuerzos, sientes una gran satisfacción y como todo ha valido la pena.

Félix Torres

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