Concurso cuento corto: BELEN CICATRIZA

 
BELEN CICATRIZA         
 
El pulgar del primer soldado en la carretera se levanta y el extraño gesto, extraño para mi, es correspondido por nuestro conductor, inmediatamente veo como lo dejamos atrás a gran velocidad; por la historia de mi país, se me hace difícil confiar en cualquier soldado, supuse que a nuestro conductor no le quedo de otra o ¿quien sabe? tal vez lo conocía, les resulto curioso encontrarse en la carretera y el afán del momento no dio para mas.

Mi teoría se descarto rápidamente cuando mas adelante otro conocido levanto el pulgar, fue bastante inocente de mi parte pensar en esos instantes en la amistad, era quizás, la emoción de mi primer

viaje a un lugar tan retirado como el Caquetá, millones de historias me contaron antes de salir de mi casa, la mayoría advertencias, sobre zonas de conflicto, sobre lluvia de balas y nubes de humo, ríos de sangre y bosques oscuros, sobrios y siniestros, espacios de tortura en donde el llanto del dolor atraviesa por completo cada rincón del aire.

No creí en sus conjeturas, a pesar que de alguna manera sabia que ciertas cosas sucedían pero decidí dejar atrás en Cali, cualquier conclusión; el recorrido fue agradable para mi, gradualmente se podía evidenciar por mi ventana el cambio de vegetación, de gentes, de casas, era el balcón perfecto con vista hacia el horizonte y con programación las 24 horas, amaneceres de maravillosos rayos de sol que hacían achinar mis ojos empujados por la gran sonrisa de satisfacción que me generaba semejante espectáculo. Había sido una noche sin dormir, emocionado, con la promesa de que a medio día llegaríamos a nuestro destino, Belén de los Andaquíes.

Momentos después de mi llegada, fue inevitable conocer el espacio que seria mi casa durante una semana, poco a poco convergí en él, nuestros nuevos vecinos nos llevarían en una caravana por el pueblo mostrándonos las campanas, las campanas de la iglesia de Belén que aun son tocadas al

ritmo de las manos de un corazón palpitante, y en este valle, entre selva y cordillera, se levanta hace

100 años, Belen, con sus estructuras un tanto apocalípticas, casas agrietadas de fachadas deterioradas azotadas por la guerra, un sin numero de grupos criminales, asesinos y en general demonios que se hospedaron en el pueblo durante mucho tiempo; al llegar, este forastero observo una comunidad similar a la suya, pujante, que pese a tanta barbarie, alza sus manos al cielo en señal de fortaleza tal como lo hizo el ultimo andaquí.

Llega la mañana y una moto estremece la calma con su bocina, la leche llega fresca al batir del motor de una C-70, con cucharón en mano es brindada de puerta en puerta, mientras belén ya hace despierta hace varias horas; son las 7:00 am y los gallinazos, mas comunes aquí que las gallinas, vuelan con gracia y sin mayor esfuerzo por los vientos frescos producidos por el cielo y entregados de manera sutil por la cordillera, la moto pasa con su estruendoso motor frente a mi, intentado abrirse paso por sobre la agujereada calle, uno de los sabios belemitas, me saluda con esa gracia particular mientras alcanza una olleta humeante y me sirve un poco de café, me pide que contemple la hermosura rural que envuelve a belén, como la niebla parece tan cercana por un lado y como por el otro el sol vuelve a pintar el paisaje, continua asegurándome que a medio día llovería pero que a eso de las 3 el cielo volverá a estar despejado y listo para nuestra visita al Rio Sarabando, la sabiduría ancestral o la costumbre le dieron la razón, nos desplazamos al río profundo con fuerza descomunal de aguas puras recién nacidas del vientre amazónico, en donde los minerales del suelo pintan las piedras de color violeta y anaranjado, hoy observo la misma piedra que encontré aquel día y comienzo a sentir la misma sensación de aquella vez, una paz inmensa, una parte de mi quedo allá, un mágico mundo que sufrió pero que resistió, otro paraíso que se perdía en la indiferencia colombiana pero que hoy rescato de los prejuicios dañinos mas hirientes que las balas.


Achiote

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