Bobinas
Ella
había
cortado
la
conversación
con
una sola
palabra.
No
había
forma
de
entrar.
Las
espinas
rebosaban
de
su
cuerpo
como
un
erizo.
—Es
imposible
—pensé,
y
de
repente
escuché
una
melodía
que
me
era
familiar.
Una
especie
de
blues
venía
desde
el
centro
del
erizo.
Laura
solía
tararear
aquella
música
al
salir
de la
clase.
Nunca
me
atreví
a
hablarle
y ahora
sentía
una
urgente
necesidad
de conocerla.
— ¿Laura?,
¿Laura?...—Quise
entrar
pero
el
carbonato
de
calcio
se
deslizó
en
mi
cuerpo
como
mantequilla.
No
sentí
dolor.
La
sangre
estaba
ausente,
tan
sólo
quedaban
atrás
partes
de
mi
cuerpo.
Me
desvanecía
junto
con
las
espinas…
— ¿Dra.
Maxwell?
¿Dra.
Maxwell?
El
sistema
está
listo
para
la
inmersión.
LIFE
ha terminado
la
última
prueba.
Desperté
confundida,
aún
mareada
por
el
sueño.
Atiné
a
mover
la
cabeza
para
dispersar
las
imágenes
en
mi
mente.
—Me pareció escucharla tararear una extraña melodía.
—Sólo
fue un
sueño,
Daisy.
El
laboratorio
fue
gobernado
por
un leve
silbido,
proveniente
de
los
ventiladores
que
regulaban
la
temperatura
de
las
máquinas
bobinas,
que
yacían
inmóviles
como
una
baraja
de cartas
apilada.
Daisy
aguardaba
la
siguiente
orden.
Me
pregunté
si
acaso
comprendía
lo
que era
un
sueño.
Había
sido
programada
para
la
solución
de
problemas
y análisis
de
datos
en
tiempo
polinomial.
Pero
aunque
carecía
de
aspecto
humanoide,
era
lo
más
cercano
que
tenía
a una
presencia
humana.
—Es hora Daisy, activa el sistema. Comenzamos la inmersión.
—Daisy
extrajo
dos
parlantes
de su
costado
e hizo
sonar
un leve
pitido.
—¡Bienvenidos!—
dijo
una
voz
entusiasta.
— ¡Bienvenidos
a
LIFE!,
ésta
nueva
realidad
virtual
estará
desde
ahora
disponible
para
todos.
Olvídese
de
los
problemas
e
inicie
una
nueva
vida.
LIFE
está
diseñado
de
manera
especial
para
satisfacer
todas
las
necesidades
humanas.
—Lo
ayudará
a
desligarse
de
cualquier
límite
social,
físico
y emocional.
En
LIFE
encontrará
la
felicidad
tan
esperada.
El
sistema
abarcaba
al
80%
de la
población
mundial.
Las
relaciones
humanas
pasarían
a
una
sincronía
total,
sin
fuertes
intrapersonales.
Aun
así
una
pequeña
parte
de
la
población
prefirió
las
barreras,
¿estarás
ahí,
Laura?...
pensé
en
qué
razones
podría
tener,
pero
no las
hallé.
Daisy
permaneció
inmóvil,
observándome
a
través
de
su
pequeño
lente
que
reflejaba
un brillo
púrpura.
Amaneció
y
los
tenues
rayos
del
sol
fueron
absorbidos
por los
paneles
solares
ubicados
en
los
techos
de
las
casas.
Casi
simultáneamente,
cuatro
letras
invadieron
los
monitores.
— ¡Eureka!,
en
poco
tiempo
la
humanidad
comenzará
la
transferencia.
Entre
tantos
mundos
virtuales
diseñados
para
la
felicidad,
LIFE
desafía
las
leyes
de
la
materia
y
energía,
formando
una constante
sintropía.
Ya
no había
vuelta
atrás,
la
inmersión
inició.
— ¿Puedes poner algo de música?—
pregunté.
Daisy
emitió
un
cambio
de
luces
y
buscó
una
canción
entre
sus
viejos
artilugios.
En
el
aire
se
respiraban
notas
tristes,
la
melodía
invadió
el
lugar.
Como
una
orquesta
en
sincronía,
las
computadoras
transmitieron
la
señal.
Los
humanos
comenzaron
a desvanecerse
dejando
atrás
las
ciudades
humeantes,
los
zapatos
llenos
de
lodo y
las
gruesas
capas
de
polvo.
—Madame,
¿está
lista?—
preguntó
Daisy.
Sin
responder
palabra
alguna
me
dirigí
a
las
bobinas,
quienes
almacenaban
energía
en
forma
de
campos
magnéticos.
Sentí
desvanecer,
escuché
las
últimas
palabras
de
Daisy
Bell
quien
anunciaba
el
final
de
la
inmersión,
mientras
tanto
mi
bata
vacía
iba
directo
al
suelo.
Desperté,
ahora
sentada
en
el
puesto
delantero
de un
bus,
observo
por la
ventana.
Al
lado,
una silla
vacía.
Una
sombra
estuvo
allí.
Los
recuerdos
son
difusos,
tengo
una
memoria
volátil.
No
sé
cómo
llegué
aquí.
Ella
se
acaba
de
ir,
pero
no
siento
su
ausencia.
Nunca
estuvo
realmente,
la
sombra
vacía.
Lo
mejor
sería
nunca
haber
abierto
la
caja,
el
gato
no
está
ni
muerto
ni
vivo, pero
el
observador
curioso
no se
aguanta.
Saria
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