EL RESUCITADO
En las
estribaciones
de la
cordillera
occidental,
al
margen
izquierdo
dela
vía
que del
municipio
de
Cartago
en
el
valle
conduce
al
municipio
de
Novita en
el
sur
del
departamento
del
Choco,
a
escasos
15
kilómetros
antes
de
llegar
a
San
José
del
palmar,
se encuentra
la finca
que por
los años
1948
la
denominaban
Tierra
santa,
pues
dentro
del
predio
existía
un
montículo
que
al
entender
de
Baudilio
Isaza,
jefe
de la
familia
colonizadora
de
estos
terrenos
dos años
atrás,
era
igualito
al
Gólgota
de
las
sagradas
escrituras,
bien
conocidas
por
él,
pues
se
había
hecho
protestante
a
eso
de
los
35
años,
lo que no
pudo
cambiar
fue su
orientación
liberal
Heredada
de sus
progenitores,
descendientes
de las primeras
familias
que colonizaron
las
tierras
altas
del
departamento
de
Antioquia
donde fundaron
el
municipio
de Sonsón.
El
28
de
Noviembre
del
año
1948
transcurrió
aparentemente
normal.
Había
decidido
don Baudilio
con
sus
hijos
mayores:
Lázaro,
Carlos
y Ramón
que
al
terminar
la
faena
de
deshierbe
del
cafetal,
llevarían
a casa,
para
la merienda
del
culto
que
realizaban
todos
los miércoles
con
vecinos
de
fincas
cercanas,
veinte
mazorcas
del
choclar
que tenían
cerca
a la
casa.
En
el
típico
corredor
entablado,
de
las
casas
campesinas,
alumbrados
por
la
luz
mortecina
de dos
lámparas
Coleman,
toda
la
familia
ojeaba
las
biblias
e
himnarios.
Doña
Josefa
Ocampo
le
pregunto
a su
marido
por la
tardanza
de sus
vecinos
a
lo
cual
contesto
el
sin preocupación
–Ya
llegaran
mija-
y
escucharon
enseguida
voces
y pasos
en
el
camino
de entrada
a
tierra
santa
–si
ve,
mija,
ya
llegaron-.
En
lugar de
sus
vecinos
más
cercanos,
quienes
llegaron
eran
cuatro
hombres
armados
con
escopetas
y revólveres
de
los
cuales
don
Baudilio
reconoció
a
un
conservador
de
la
vereda
el
clavel
a
quien le
había
vendido
cerdos
el
año
pasado,
pronto
corrió
a saludarle
–buenas
noches
don
Fernando-
-buenas
noches
don
Baudilio-
y
al
estirar
su
brazo
para
saludar,
tropezó
con
el
frio
cañón
de un
38
largo
que
retumbo
en
sus
oídos
dos
veces
impactándolo
en
el
pecho
y cayendo
en
posición
supina sobre
el
quicio
del
umbral
que del
corredor
conducía
al
patio
delantero
de la
casa.
A las
dos
detonaciones
del
arma
de
don
Fernando
sucedieron
otras
de
las
armas
de
sus acompañantes,
ante
lo
cual
las
biblias
y los
himnarios
rodaron
por
el
entablado
del
corredor
de la Casa.
los
cuatro
visitantes
entraron
al
corredor
pasando
por
encima
del
ya
finado
don Baudilio,
se
sentaron
recogieron
las
biblias
y
los
himnarios
los
pusieron
sobre
la
mesa
y al
tiempo
se
persignaron
y uno
de
ellos
dijo
–
Bien
lo
dice
el
copartidario
de
Tuluá,
mi
Dios
nos perdone
pero,
todo
esto
es
una
cuestión
de
principios-.
Si,
replico
uno
más,
ese
colorcito
lo vamos
a
desaparecer
y
si
de
aquí
no
se
van,
no dejaremos
de
ellos
ni
la
semilla-.
Don
Fernando
parado
junto
al
cadáver
de
don
Baudilio
grito
a
voz
en
cuello-
¡viva
el
glorioso
partido
conservador!-
y
sus acompañantes
respondieron
–¡
viva!
.
Hicieron
disparos
al
aire,
bajaron
las
Coleman
y se
marcharon
hacia
san
José
del
palmar
que desde
tierra
santa
se
veía
arder.
Al
día
siguiente
desde
los cerros
cercanos
atisbaban
los
chicos
menores:
Roberto,
Joaquín
y Rosana.
Desde
otro punto
la
mujer
de
Lázaro
con
su
hija
de brazos
se
acercaba
sigilosa,
la
mujer
de
don
Baudilio
ya
se
encontraba
dentro
de
la
casa
llorando
su
perdida
y esperando
otro garrotazo
en
el
alma,
pues
se sabía
de
viudas,
completamente
solas
a
las
que
la violencia
les
había
arrebatado
toda su familia.
Lázaro
yacía
en
la
zanja
que a
unos
metros
de la
casa
delimitaba
el
choclar
que
debían
cosechar
esa
semana,
con
un
tiro
en
la
cabeza
y un
surco
de
sangre
desde
la
casa.
Al
borde
de la zanja
se situó
toda
la
familia
tomada
por las manos,
implorando
al
cielo
que se obrara
en
ese
instante
un
milagro.
Doña
Josefa
alzo
al
cielo
su
mirada
y con
la
fe
de
una
calabaza
gigante
exclamó:
¡Lázaro
levántate!
,
enseguida
Lázaro
se
levantó
y en
los
días
siguientes
se
corrió
la
voz
de que
en tierra
santa
Lázaro
Isaza
había
resucitado.
“Metiches”
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