Y por primera vez vi las hojas de un árbol desprenderse.
Ella. Bastará con decir que
se sentía realmente confundida por su comportamiento. No, tal vez era porque
no entendía qué estaba haciendo o qué había ocurrido horas antes. Caminaba por la acera, despacio. No
tenía prisa de llegar a casa. El candente sol la cegaba, pero
podía ver claramente hacia dónde se dirigía. Una residencia se encontraba justo a su lado. Un parque solitario, una cancha de fútbol sin un sólo jugador, un árbol sin muchas hojas. Muchas veces relacionaba a los
árboles con la soledad, le fascinaba la manera en que solos lograban ser tan fuertes, pero al mismo tiempo sentía lástima por ellos y, a la vez, por aquellas personas que envejecían tristes y sin alguien quien los acompañe,
así como aquellos altos pilares de madera. Y en ese momento, cuando se encontraba inmóvil en medio de la acera, observando aquel árbol solitario, vio
por primera vez las hojas de
un árbol desprenderse. Se
concentró en ese
bello sonido, donde su
única compañía, lo abandonaba cruelmente para convertirse en
basura. Le vio llorar, escuché su llanto, en ese singular sonido. Todo
a su alrededor desapareció, abriendo paso a
nada más que sus sentimientos, sintiéndose tan solitaria como el pobre ser al que ob servaba. Lloró con él. Comprendía a la perfección su horrible tristeza, más no podía hacer nada para aliviar su dolor. Se sentía tan inútil al
verlo gritar en un llanto desesperado y profundo. Las
hojas, llorando, gritaban cuánto lo amaban y que odiaban dejarlo. Y se preguntaba “ ¿Cómo puedo escuchar tan espeluznante conversación y no remediar mi error?” Simple, no
podia, ya
todo estaba hecho. Después de ver tan conmovedora escena, dio
un paso al frente y
con lagrimas en los ojos pronunció las palabras que debió decir
antes: “Lo siento”. Miró al suelo fijamente
y dio otro paso. Caminó muy despacio sin levanter la mirada. “¿Por qué?”, dijo una y otra vez mientras sáladas
gotas salían de mis ojos y quemaban sus mejillas. Su mirada estaba congelada, cruzó la calle sin saber a dónde iba exactamente. “¿Por qué?”, gritó con todas sus fuerzas. ¿Qué fuerza anormal le había hecho decir todas esas cosas horribles? ¿Por qué tenía que alejarse de los que amaba? Quién sabe, aunque ver esa desgarradora escena le hizo pensar. Secó sus lágrimas, levantó la mirada. Volteó a mirar aquel árbol que con sus ojos me decía que regresara. Lo hizo. Miró
hacia atrás y
corrió. Corrió como jamás lo había hecho. Ignoró toda señal de transito. Su corazón
latía fuertemente, sus pies avanzaban a gran velocidad y a un destino seguro. Cruzó la esquina y disminuyó la velocidad. Caminó despacio, pero segura en sí misma. Preparó sus palabras, pero cuando
subió la mirada, las personas a las cuales había herido y quería disculparse, ya se habían ido.
Y en ese mismo instante entendió, que su deber era vagar sola
por el
mundo.
Mack.
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