Aquel martes
(Autora: Agatha)
Aquél
martes te maté. No era martes sino miércoles. Las horas se fueron
corriendo en mis horarios hasta que la única forma que tuve de
distinguir el amanecer del anochecer fue el tránsito de la gente,
las costumbres arraigadas a las horas de los demás. Horas que corren
hasta formar una rutina que para mí sigue siendo solo otro día sin
sueño, un día más moldeando las arrugas en la sábana y cambiando
de lado la almohada para intentar sin éxito alcanzar la tierra de
Morfeo, el tipo que me odia.
Dormí
plácidamente pensando en la satisfacción que sería saber que me
miras cuando por fin te vuelvas gotas bajo mis dedos. En mis sueños
hundí el cuchillo en tu rostro hasta el mango. Tus ojos vidriosos
que me observan desde la superficie del papel-cartón, las
imperfecciones que se forman cuando me detengo a observar la obra que
me tomó tantos días, tanto esfuerzo. Los ojos, esos ojos fue lo que
más me costó destruir porque captaban esa esencia tuya tan volátil,
esa maldita mirada que me obligaba a besarte mientras me matabas a
mí. Ya despierta, me miras y las lágrimas te brotan de los ojos,
lágrimas de papel, lágrimas de pintura, pero para mí ya no son tan
importantes.
Fuiste
muriendo en cada pincelada y el punto final lo puse cuando decidí
atravesar el cuadro.
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