Su calor
En alguna banca de
algún parque, Joaquín veía asombrado cómo el fuerte sol iluminaba
sólo la parte izquierda del rostro de Laura. Le parecía hermosa.
Pensaba que, con simplemente ver esa parte de su cara, con tanta luz,
tan cerca de él, podría ser feliz por largo rato. La volvía a ver,
sonreía y luego miraba hacia otro lado. Mientras escuchaba atento el
canto de aves que no encontraba con la vista, y la paralizante risa
de Laura, empezó a sentir demasiado calor. Le costaba mantener los
ojos abiertos y podía saborear unas cuantas gotas de sudor, que
entraban por la sonrisa involuntaria que surgía al ver sus ojos o
labios. «¿Qué tienes?», dijo Laura, algo preocupada. «Sos
demasiado linda, todavía no me acostumbro a estar junto a vos,
supongo», dijo él con una media sonrisa, en la que entró
otra pequeña gota. «Vamos». Laura, casi indiferente a la
explicación, se puso de pie y estiró los dedos de su mano derecha,
ofreciéndosela a Joaquín. Él se levantó con un suspiro, y cerró
los ojos en el instante en que tocó su mano.
*
Cuando llegó a la
cuadra de su casa, Joaquín dio un paso que devolvió antes de tocar
el pavimento, confundido por haber llegado tan pronto. Miró a Laura,
buscando alguna explicación en sus ojos. Ya que ella, abrazándole
el brazo izquierdo, sólo sonreía, dejó las preguntas de lado y
continuó, feliz. Al pasar por la casa del vecino notó que sonaba
bastante fuerte la misma canción que él usa como tono de llamada.
Sacó el celular del bolsillo y lo revisó, pero lo guardó de nuevo
al ver que nadie le estaba llamando. Después de atravesar el umbral
de su casa, en la sala, volvió a escuchar la canción. Miró con
cara molesta la pared que comparte con el vecino y siguió hacia su
cuarto, abrazando la cintura de Laura. Tras llegar empezaron a
besarse. La canción seguía sonando, penetrando en los oídos de
Joaquín. Agarró a Laura y se tiró en la cama con ella. Puso su
celular sobre la mesa de noche y la continuó besando,
frenéticamente, en cualquier lugar que sus labios considerasen
apropiado. Su cuello, oreja, senos, labios…con cada beso sentía
cómo se hundía todo él en ella. Respiraba lento y la miraba y
sentía que su abdomen se templaba por completo y comenzaban a sudar
sus manos, sus brazos. Y cuando ya creía que sus ojos le engañaban,
la besaba donde fuese mientras ella le abrazaba y respiraba
pesadamente y sus pechos se agitaban y sus labios se juntaban y todo
lo demás se le tornaba vacío. Pero la música era inaguantable y ya
estaba harto así que tomó el celular para contestar.
–¿Aló? –dijo,
con disgusto y pereza.
–Buenos días,
¿con quién tengo el gusto de hablar?
–Buenas, Joaquín.
–Bueno, buenos
días nuevamente, Joaquín. Le llamo porque hoy nos encontramos
ofreciendo un nuevo plan de minutos e internet, sólo para nuestros
clientes más especiales, son…
–Mire, gracias
pero ahora no, me llama luego si quiere, pero no gracias. Igual ni
llamo a nadie. Hasta luego.
–Sí, pero uno
nunca sabe, y mire que el plan…
–Hasta luego, que
esté bien.
Joaquín cuelga,
frota sus ojos y revisa si tiene mensajes nuevos; un par de la
operadora y no más. Se levanta, cierra las cortinas por las que
entra el sol de las 11 y se sienta en su cama, mirando fijamente la
pared que casi puede tocar con la punta de sus pies. Pone sus codos
en sus muslos, encorva su espalda y se tapa el rostro con sus manos.
Llora hasta que las gotas de sudor y las lágrimas se mezclan en su
boca provocando deseos de escupir. Sale de su cuarto, entra al baño
y se ducha.
Je, erre
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