La
tragedia colombiana
El zonpi.
Como la guerra en el
país de la canela acabo, las transferencias financieras y
militares de las potencias extranjeras también lo
hicieron. El país entero que antes se beneficiaba de los recursos
caritativos generados por las tantas catástrofes humanas con raíces
bélicas, busco desesperadamente nuevas economías, que permitieran
mantener la burocracia y la procastinacion y la indiferencia los
actos violentos y el derramamiento de sangre en términos legales.
Cuando la economía de la guerra por fin terminaba su bonanza,
entonces tuvimos tiempo de ver el sancocho de corrupción en que se
había convertido el congreso y los más altos puestos. -¡que ni
siquiera eran los más poderosos solo burdos títeres del control
extranjero!-.
Cuando no fuimos
capaces de nada -en 2016- y los niños y niñas que habían crecido
sin un rasguño de la violencia, pensaron que todo fue un mal sueño
(reminiscencias de algo lejano y turbio) fue algo como la maldición
de los buendias. En 2017 Nos dimos cuenta de que todas las
instituciones de todo el sistema estatal estaban corrompido por la
corrupción a todos los niveles, empezando por nosotros mismos, el
pueblo hasta los patricios. -Pero silencio; que si esto se riega,
todas las mentiras de la madre patria se vendrían a bajo una por
una, como un castillo de naipes-.
Dentro de esta
coyuntura la única luz de brillantez eran los maestros y maestras,
que durante esa dura época, intentaban liderar/liberar a las
masas/mentes del control estatal - en las universidades, en las
escuelas y, finalmente, en las calles en un precoz «paro», lugares
que se habían convertido en tierras de aliento y esperanza en el
futuro-. Pero simplemente la paz llego, el paro como medida de acción
colectiva tuvo su efecto a medias, tal vez por su abuso de uso, ya no
es la vieja confiable, solo vieja.
Ya no había nada
que hacer. todos creíamos que se había acabado todo el sufrimiento
humano, buscamos bajo cada piedra y si, efectivamente, las cosas
estaban en paz con las otras cosas. Todo tenía una especie de
estúpido aire de solemne y los pelaos y pelas cantaban a son de paz.
Ya no te sacrificas
por la patria, no sientes la necesidad de dar tu vida por algo
superior que el propio culto del individuo. Son tiempos duros, ahora
nos abandonamos a nuestro egoísmo natural, sin grandes consignas;
por el momento busca ser el héroe de su propia vida: tomate selfis
con caras sublimes y haciendo cosas, así tendrás una imagen
tuya con gran valor moral y seductor que te pueda consolar del vacío
de un verdadero líder.
Ahora es la paz el
sector que más recursos absorbe de la sociedad, una pacificación de
la economía; «la guerra (…) que arrastra al hombre a superarse a
sí mismo» (p.205).1
Nos dejó realmente fríos cuando acabo, pensábamos, cuando jóvenes
(por allá en la década de los 2010s), que íbamos a salvar –no el
mundo, pero si…- nuestras vidas con protocolos de educación,
planes quinquenales de transporte, documentos sobre cambio climático,
en fin, con burocratización a todos los niveles. La paz nos condenó
a una vida llena de vacíos ideales. Sin sueños, sin superación.
Solo eso, paz sosa.
Se me puede acusar
de pesimista, o realista, solo soy defensor de la consigna: “el
remedio es peor que la enfermedad”, la guerra es la enfermedad que
nos ha permitido progresar, ¿Quién hará el progreso de otra
forma, vos? ¿Por qué crees que las películas de acción se
acaban justo después de la gran guerra? (porque no hay nada más,
después de ella queda solo una vida aburrida y serena. Eso es todo).
- Durkheim, É. (1989). Alemania por encima de todo. en Reis, 45 P. 199-228.
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