Pequeño dilema
Hace
un día de perros, primero perdió el autobús, le ha tocado caminar
a la escuela y ahora ésto. En frente suyo está una anciana, aunque
no parece tan anciana ahora que la ve más de cerca, el caso es que
se cayó, o se agachó a recoger una moneda y ya no se pudo levantar,
quien sabe.
Está a unos 30 pasos de él, que ya tiene un plan estructurado para
solucionar la situación; la cosa va así, se acercará como quien no
quiere la cosa y cuando pase por su lado se agachará casualmente y
le ayudará a pararse. No, no, no, no, no, mejor no, lo más adecuado
es preguntarle primero si necesita ayuda ¿verdad?, después de todo
hay mucha gente orgullosa en este mundo y tal vez prefiera levantarse
sola o tal vez esté loca y simplemente se haya tirado al suelo por
gusto.
Se decide finalmente a ayudarla, nadie puede ser tan orgulloso para
no dejarse ayudar y la señora no aparenta estar loca realmente.
Cada vez se acerca más a ella y cuando se está aclarando ya la
garganta para empezar con su plan se detiene a dos pasos de
alcanzarla, con las manos sudorosas y la respiración acelerada;
cuenta hasta tres mentalmente, modula la respiración lo mejor que
puede, se seca las manos en el pantalón y saca de su bolsillo un par
de audífonos, se los pone y camina derecho sin voltear a mirar,
fingiendo que no nota nada. Ya aparecerá alguien que le ayude.
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