NO
TAN PLATÓNICO
Realizado por:
La Escritora
Encuentro un gusto perverso, como fumar aunque sabes que te arranca
la vida lentamente, en imaginarme un día junto a ella. Sólo un día,
con sus veinticuatro horas completas, le pediría a la vida.
Empezaría por despertarme a su lado, para verla con el cabello
despeinado y sus ojos cansados, revolverse entre las sábanas en las
que dormimos juntos para comenzar un nuevo día. E iríamos a
desayunar en el jardín, en pijamas, como dos viejos amantes que se
conocen desde hace años y no
necesitan de formalidades.
Pasaríamos toda la mañana abrazados en la cama, viendo películas
viejas, en blanco y negro, como ella las prefiere. Prometo enjugar
con besos sus lágrimas en los momentos enternecedores y hacerla reír
como sé que nadie nunca lo ha hecho.
Cuando llegara el momento de almorzar nos arreglaríamos, saldríamos
a comer a su restaurante favorito. Correría la silla para que se
sentara y jugaría a ser el perfecto caballero, sólo para ella que
no merece nada menos. Escucharía todas sus historias, sin distraerme
ni un sólo momento, y apreciaría su sonrisa, abierta y sincera, que
dedicaría únicamente para mí.
Luego caminaríamos por las calles de la ciudad, abrazados por la
cintura. Y contaría todas las veces en las que se pasa la mano por
el cabello para peinarlo, para arreglar constantemente algo que se
encuentra perfecto. Le diría que se ve hermosa, y buscaría en un
diccionario todos los sinónimos de esa palabra para repertírselos
susurrados al oído cada tanto.
Le preguntaría entre besos si a una mujer como ella se le puede
enamorar sólo con cuentos, que le escribiría uno cada día para que
jamás se marchara.
Pasearíamos por las calles y la haría conocer hasta los lugares más
recónditos de mi alma. Le entregaría las verdades jamás dichas y
las historias sin contar.
Después iríamos a cenar a un lugar formal, ella usaría el vestido
negro que tan bien le queda. Compraría una botella de vino especial,
y beberíamos hasta acabar en medio de secretos, risas y conquistas.
Por la noche, volveríamos a la cama. Expiaría en su cuerpo todos
los pecados de la carne y la envolvería en la pasión de dos amantes
que se encuentran por única vez. La haría mía de tal forma que
jamás quiera marcharse, que añore mi compañía bajo las estrellas,
que logre extrañar a éste hombre que no le pone condiciones, que
sólo sabe idolatrarla, amarla, adorarla. Y cuando la luna me agobie,
y la noche caiga con pesadez bajo mi día de ensueño, me levantaré
y la veré durmiendo tranquila.
Es posible que me despida con un beso en la frente, breve y corto,
como el día que pasó. Bueno, el día que aparece entre muchas de
mis divagaciones, de mis pensamientos sin hilos e historias que se
esfuman en minutos de silencio, porque en la realidad otro tipo de
locuras se contruyen.
Tal vez, sólo tal vez, mañana no suspire, cuando al saludarla me
llamé por mi nombre, completo y sin abreviaciones, porque para ella
no soy nada más que otro hombre entre montones.
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