Ella
no era una chica de aquellas que la sociedad considera propiamente
bonitas, tenía ojos pequeños de color marrón oscuro, su cabello no
era lacio, tampoco crespo y mucho menos ondulado, era más bien una
mutación extraña, casi indefinible con palabras, tenía piernas
cortas, poco “estilizadas” y para nada tonificadas, no era ni muy
gorda ni muy delgada, su blanca piel hacía que el azul intenso de
sus venas sobresaliera de gran manera, no se maquillaba; mucho menos
se arreglaba para sentirse hermosa, no era buena en los deportes, ni
en las matemáticas y tampoco en música, no tenía muchos amigos y
llegue a pensar incluso que odiaba a la gente, era muy reservada y
siempre hablaba con un tono de ironía, y de la peor de las formas
descubrí su mal carácter.
En
el tiempo que llevo de conocerla no he podido descifrar que es lo que
la apasiona, lo que un día le parece fascinante, al siguiente, le es
soso y aburrido; perfectamente lo que hoy causa sonrisas en su
rostro, mañana puede ser la razón de su llanto, ella es así, un
tanto alegre y un tanto melancólica.
Ese día decidí hablarle, contarle lo
que pensaba acerca de ella, así que me acerque; con gesto cortés
llame su atención y sin siquiera pensar como reaccionaria, le dije
todo. En el momento en que termine me observó con sus ojos bien
abiertos, ladeo la cabeza y esbozó una sonrisa; las palabras que
pronunció enseguida me dejaron perpleja: - ¡Qué bien me conoces!
se volvió a la mesa donde reposaba su café, lo tomo entre las manos
y se llevó el último sorbo a los labios, después se giró hacia mí
una vez más y en un leve susurro le escuche decirme: estoy orgullosa
de ti; dejó de verse en el espejo, tomo sus cosas y salió cerrando
la puerta a su paso.
¿Quién es ella? ella, soy yo.
Maal
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