Sangrado El bar donde la conocí fue testigo de mi asesinato. Esa noche la lluvia caía tímida, pero constante. Teníamos una cita como adolescentes en un intento desesperado por salvar lo nuestro. Me senté en una mesa de vaga iluminación. El bar estaba asediado por una multitud que reía y entonaba sus canciones frenéticas de jazz. Los lugares cambian. Antes era el lugar donde me sentaba a beber los viernes, ahora es un lugar donde muchos se sientan a beber los viernes. El ruido de la gente me botaba a la calle, pero me mantuve firme, porque tenía que esperar a Juliana, como acordamos. El mesero vino algunas veces a tomar la orden. Lo rechacé hasta que ella apareció. Tenía el pelo tan mojado que no parecía rubia. Me levanté para abrazarla y me detuvo porque no quería mojar mi saco también. Tomaron la orden. Ella preguntó si aún vendían crema de whisky, el mesero dijo que solo servían cervezas. Juliana giró los ojos y terminó pidiendo una cerveza dulce. Yo pedí cualquier cosa, ya no import...