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Mostrando entradas de agosto, 2024

VIII Concurso del cuento corto, SANGRADO

Sangrado El bar donde la conocí fue testigo de mi asesinato. Esa noche la lluvia caía tímida, pero constante. Teníamos una cita como adolescentes en un intento desesperado por salvar lo nuestro. Me senté en una mesa de vaga iluminación. El bar estaba asediado por una multitud que reía y entonaba sus canciones frenéticas de jazz. Los lugares cambian. Antes era el lugar donde me sentaba a beber los viernes, ahora es un lugar donde muchos se sientan a beber los viernes. El ruido de la gente me botaba a la calle, pero me mantuve firme, porque tenía que esperar a Juliana, como acordamos. El mesero vino algunas veces a tomar la orden. Lo rechacé hasta que ella apareció. Tenía el pelo tan mojado que no parecía rubia. Me levanté para abrazarla y me detuvo porque no quería mojar mi saco también. Tomaron la orden. Ella preguntó si aún vendían crema de whisky, el mesero dijo que solo servían cervezas. Juliana giró los ojos y terminó pidiendo una cerveza dulce. Yo pedí cualquier cosa, ya no import...
Hoy, a diferencia de otros días, quería hablar con ella, tener un diálogo con la única mujer que parecía conocerme después de tantos años, que tenía siempre una palabra de aliento y alguna frase cariñosa pese a su amargura. Oscilaba como yo entre el mal humor y la alegría, y eso, hasta en los días que parecía despreciarme hacia que la quisiera más. El ruido que me despertó fue el de algunos cubiertos que cayeron al salirse del cajón. Cuando bajé se retiraba. -¡Manuela! ¿Como amanece mi bella compañera? -Mal, porque voy tarde- Espetó con el ceño fruncido- Pero bien Gracias a Dios- Dijo recobrando algo de calma- Ahí le dejo el desayuno. -Gracias Sonrió a medias y lanzó sobre mi una mirada de ternura. Salió sin decir más. Sobre la mesa reposaba el plato humeante con los huevos y el pan. II Ya sólo me dispuse a organizar algunos libros y anticuarios a los que el polvo cobijó porque mi atenta amiga no gustaba de limpiarlos. Cuando saqué una edición de EL Signo de Humberto Eco algo cayó al s...