VII Concurso de Cuento Corto, RECONCILIACIÓN

 




Han pasado bastante tiempo desde que dejamos de intercambiar palabras. Día tras día reviso

mi bandeja de entrada, esperando encontrar tu nombre en algún mensaje, correo o aviso. Solo

anhelo una señal que me diga que estás bien y que aún piensas en mí.


Los días, las semanas y los meses pasan sin novedad. Aún no hay nada. Me recuesto en mi

cama, observo el techo de color blanco hueso y cierro los ojos. Recuerdo cuando solo éramos

tú y yo: tus mensajes de buenos días cada mañana sin falta, mis mensajes de buenas noches a

medianoche en mis noches de insomnio, las cálidas tardes de juegos variados y las preguntas

incesantes que demostraban tu interés y preocupación. Era una época feliz, una época en la

que yo también era feliz.


Estoy entrando en pánico. Ahora los recuerdos de ti tienen un horario. Me torturan cuando el

sol se oculta y no encuentro consuelo en las cosas que solían apasionarme. Nada ni nadie

puede ayudarme. Atormentada, recurro a nuestro antiguo chat, el cual alberga todos los

sentimientos que teníamos en aquel entonces. Esos hermosos sentimientos que solían hacerme

sonreír. Sin embargo, ahora solo me traen melancolía y tristeza. Busco arriba y abajo entre

tantos mensajes y encuentro información que me diste, información valiosa que compartiste

conmigo cuando confiabas en mí. Al recordar esos detalles, cierro mis ojos llenos de lágrimas,

decidida a idear un plan para solucionarlo todo y recuperarte, para tenerte nuevamente en mis

brazos y recuperar tu corazón.


No sé qué hago aquí. Observo mi entorno, buscando encontrar fuerzas en algún lugar, pero el

bullicio de la gente apresurada pasando a mi alrededor, el ruido de los motores de los aviones

despegando y los monitores que anuncian que mi vuelo sale en una hora no me están

ayudando. Observo mi maleta con inquietud, preguntándome si he empacado todo lo necesario

para este viaje tan inesperado. Nerviosa, saco mi teléfono y, al encenderlo, me encuentro de

golpe con tu foto, mirándome con esos ojos hermosos. Ojos que solían ser míos pero que

ahora tal vez miran a alguien más. Estoy decidida a recuperarlos.


El viaje fue largo y mentalmente agotador, pero finalmente llegué a tu ciudad. A la salida del

aeropuerto, saco mi teléfono y me dirijo directamente a ese mensaje, el mensaje que contiene

tu dirección, aquel que me enviaste cuando hablábamos sobre un futuro juntos y conocer a tus

padres. Sin pensarlo dos veces, me subo a un taxi, le doy la dirección y nos ponemos en

marcha.


Llego al lugar y observo los alrededores, es exactamente como en las fotos que me enviaste.

No me cuesta encontrar tu casa, ya que la conozco tanto por dentro como por fuera gracias a

las videollamadas que solíamos hacer. Me paro frente a tu puerta y saco mi pequeño puñal del

equipaje, decidida a recuperar lo que es mío.

 

Estoy tocando la puerta.

¿Por qué no me abres?

¿Quieres dejar de leer y salir a verme?

Por favor, no te asustes...

¡Solo ábreme y volvamos a ser felices juntos!

Solo deseo tener tus ojos y tu corazón de vuelta...

Te prometo que todo volverá a ser como antes.




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