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VI Concurso de Cuento Corto: La malquerida.



Soy una mujer, la mujer de las montañas y el río, hija de la luna y los montes; provengo de la guerra, de la cultura y el bahareque. Soy una niña que busca de un pecho con olor a madre donde pueda sentir amor y seguridad, solo necesito un hogar en donde pueda dormir. Soy la heredera de las quemaduras de mi madre, de mi abuela, de mi tía, mi hermana y mi sobrina. Soy el reflejo del trabajo femenino y las madrugadas de cocinera. Provengo de lo más alto de la montaña; allá donde nace el sol y los senos del valle se muestran con resplandor para amar al día y mimar a la neblina.


Llevo dentro de mi vientre una semilla; una pequeña luz que ilumina el camino para andar, la lámpara de esperanza. Embarazada pero tan joven a la vez, preñada y lastimada, tan pequeña y madura al mismo tiempo; Estoy embarazada, algo que no deseo, producto de una violación. Me duele el cabello, son esas trenzas de mujer latina que cargan en su cabecera: el arroz, el chocolate, la harina y el café. Mi mochila carga con los recuerdos de la vagabundería, la soledad y el dorsal de una guitarra: la guitarra que mi abuelo tocaba antes de desayunar.


Llevo tres semanas caminando, durmiendo entre rocas y orillas húmedas, comiendo con las hojas de plátano y acobijando la tristeza con pétalos de lirio y almohada de orquídea. "Señor, abre tu cielo para mí, para ella, para nosotras; señora mía, usted que también es mujer: déjeme un campito en su cama para poder arrullar la ausencia de una infancia olvidada". Mamá cocinaba mientras papá (que no era mi papá sino más bien era el hombre que imitaba a mi papá, porque "el papá" que mamá escogió para mí se escapó), se quedó en la sala viendo televisión, leyendo las noticias, espiando desde la ventana a los demás, observando en la rendija de mi ventana mi habitación al vestirme y mirando así mi desnudez de frágil mujer.


Le conté a mi muñeca favorita, a Diosito y "la teta", quien aún con el intento de mostrarse en un tono de consejo, no fue difícil notar su miedo acompañado de unos cuantos gritos reprimidos.


Cállate, no hables así de papá. —decía mamá.

Soy hija de la tierra, sobrina del aguacate, cuñada de la molienda, nieta de la caña y prima del trapiche. Mamá murió de una mala enfermedad: qué dolor en el alma. Papá, que no era mi papá, entró a mi habitación y me tocó de la forma en que tocaba a mi mamá: que dolor en el alma. Soy una embarazada de veinticuatro semanas y unas nochecitas de malestar. Soy una mujer que llegó del campo, la que por tantos camino va derramando su llanto. Papá ahora sería abuelo y padre a la vez: le pondría Pedro a su quinto hijo, al único que le daría su apellido; el que tenía un cabello oscuro y liso por provenir de una mujer "India", como decían los demás; pelo largo que significa sabiduría y fortaleza.


Los hombres me dicen "Malquerida" pero a veces se confunden y me dicen "Malparida"; lo hacen cuando se enojan, cuando matan mis pensamientos y mutilan mis sueños, cuando tocan mis pechos y vagina sin pedir permiso, sin pagar, sin sonreír. Algunos hombres me han maltratado, otros me han hecho llorar y unos tantos me han robado la voz.


"Diosito, tu que eres hombre, perdónale a ellos lo que han hecho. Tú que también se viste de caballero Cortez, dígame: ¿qué hago con este miserable momento? Madrecita mía, a usted que también la embarazaron sin haberlo deseado, dígame: ¿Cómo le hago? Abre tu cielo".


Lavando la ropa con romero, con una pepa de chambimbe y otra de choloque. Con los pies descalzos a la orilla del Cauca, con un dolor en el alma, la cobija extendida y las piernas abiertas. "La mal querida" dicen: tía de la lluvia, amiga de la tormenta y prima de las malparidas. A la orilla del río, en un pésimo malestar, va flotando sobre el agua Pedro, el hijo de un mal querer.



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