Asterión |
Autor:
Asterión A.
Estudiante de literatura
"Si
mi oído alcanza todos los rumores del mundo, yo percibiría sus
pasos."
Jorge Luis Borges
Empezó
como un juego. Caminaba delante, miraba las ‘signaturas’
esperando recordar cuál era. Fingía perderse entre los poetas
argentinos e ingleses. Ya no lo veía. Cuando menos lo esperaba
estaba atrás, con un libro y un beso.
-"¿Ya?"
-
"Ya".
A
veces intentaba adelantarme a sus pasos. "Dijo que buscaría
C863.44 C399". Pero la fortuna estaba de su lado. Siempre
llegaba primero. Siempre sabía exactamente dónde buscar. Se volvió
algo nuestro. Algo que esperaba con ansías. Sabía que era hora de
jugar, cuando el atardecer aparecía en la ventana del salón.
Pero
llegó la noche más temida, pronunció las palabras finales.
"Estamos
condenados a perderlo todo"
"¿Incluso
la salida de este lugar?"
Se
fue, conocía la salida. Yo no. Atrás mío estaban los libros que
olvidó llevar. Fue cierta la predicción del loco: la biblioteca se
convirtió en mi hogar, y yo me convertí en Asterión, a la espera
de un redentor.
Me
acostumbré al silencio. A las preguntas sin respuesta. Tomaba los
libros de un estante: nuevos autores, nuevos títulos, creyendo que
no iba a resurgir ningún recuerdo. Todo fue en vano, la literatura
trata de temas universales. Su ausencia se hacía cada vez más
presente.
Pasaron
horas, las horas se volvieron meses. La tortura del lento transcurrir
del tiempo me lanzaba a otros libros, letras desconocidas. Hasta la
llegada de los idus de marzo, fecha que desde la antigüedad, marcaba
buenos augurios.
Se
abrió la puerta de la Sala. ¿Quién diría que mi redentor era el
mismo que me confinó al olvido?
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