Concurso Cuento corto Gerantofobia



Gerantofobia


¡No me gusta el olor a viejo! Me imagino que no pensaran nada positivo de mi, pero que puedo hacer, no lo tolero.
Trabajo desde las 7 am hasta las 7 pm, en un ancianato al sur de la ciudad, muy lindo por cierto. Trabajo para que el acercamiento a la muerte de estas personas sea lo más placentero posible; al principio me sentía muy feliz, pero hoy tras pasar 20 años trabajando en este mismo lugar y con el mismo oficio, siento tan desagradable ese aroma que desprende el tiempo.
Olor a viejo, voy en el bus a mi hogar, a mi rinconcito intimo, llego al cuarto y lo primero que diviso es el espejo, costumbre de toda la vida, veo arrugas, no las usuales, no la de los 40, las veo intolerablemente más pronunciadas. Me siento mareada, seguro por el impacto, ahora qué voy a hacer, si mi esposo me ve así, no va a creer que soy yo, mejor duermo, descanso. A lo mejor sea estrés.
Amaneció, me siento como si estuviera molida, me paro lentamente, mis huesos quieren desfallecer, me sostengo en un bastón que está al lado de mi cama. Llego a la cocina, todo es distinto, escucho una mujer de más o menos 30 años decir: buenos días señora Gabriela, como se siente hoy, feliz cumpleaños, quien iba a creer que tiene 90 si parece de 15. Me siento en un taburete impactada de escuchar esas palabras de un tercero. “Pobre, sufre de alzhéimer, sus familiares la abandonaron” se aguzaron mis oídos desde donde estaba acomodada. Respiro profundo y a pesar de poseerlo aún odio el olor a viejo.


Artemisa

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