Jeison
Jeison
se llamaba ese perro querido. Fíjese que cuando recién lo trajeron
a mi casa, teníamos un conejito negro. El perro con apenas un mes y
medio le tiraba sus guascasos pero el conejo saltaba y le pegaba con
sus patas en el hocico. Yo le decía a mi mujer, óyeme bien, guarda
a ese conejo que ese perro le va a dar su muelazo. A los pocos días
llegamos y el conejo ya era historia del pasado compadre. Ese día le
puse el nombre. Yo no quería los nombres de siempre que Danger,
Killer, Zeus, sino algo original. Al ver ese conejo todo desparramado
le dije al perro tu eres Jeison, y vieras, me voltió a mirar como si
ese hubiera siempre sido su nombre. Cuando tenía un año y medio le
trajeron una perra, Malibú, que no se había dejado preñar de
ningún perro y el dueño la quería regalar. A todos los
pretendientes los mandaba malheridos para la casa. Cuando me la
trajeron, ese mismo día la encerré en el patio con Jeison y como
estaba en calor, Jeison salió a olerla y Malibú le intento apretar
el hocico con un mordisco pero este perro mal encarado le pego tan
duro a esa perra ese día que la montó esa misma noche. Mi mujer me
regañó, no quería más perros y saco rápido a Malibú del patio,
pero ya llevaba 7 crías adentro compadre. Una montada y listo.
Estaba cargado ese Jeison.
Un
vecino tenía un perro negro grande, que le gustaba armarles pelea a
todos los perros del barrio. Mi vecino parecía que le gustaba esas
peleas por que ese perro con lo bravo que era a veces andaba suelto
por el barrio. Yo le había dicho al vecino que tuviera cuidado. Un
día salí con Jeison a dar una vuelta y cuando estaba orinando en un
palo, ese perro se nos vino encima de repente. Fue como un bulto que
te cae encima, a los dos. Hale duro a Jeison con la correa pero
apenas pudo se volteó y cogió del cuello al perro negro y lo
zarandeó como si fuera un trapo sucio compadre. Como que se le
entrabo la mandíbula a Jeison, se puso como un loco. Cuando lo soltó
y el perro negro hizo amague de volver a la pelea Jeison le mostró
los dientes y santo remedio, ese perro negro se quedo acostado,
sumiso. Imagínese que Jeison lo vio así tirado en el piso y se le
orinó encima. Pero esa tarde Jeison quedo raro, como loco. Cuando
llegamos a la casa la cogió contra la pobre Malibú, de pura ira. Me
tocó dejarlo amarrado toda la noche en el patio.
Al
otro día seguía raro. Por la tarde bajé con una pelota, la que a
él le gustaba, se la tiraba al principio contra la pared, y el
Jeison sólo la miraba y yo le decía vení pues juguemos, se demoró
unos minutos, pero al ratico estaba otra vez jugando tranquilo.
Pero
los problemas siempre llegan. Ese día me había tocado salir de la
ciudad. Cuando llegué por la noche mi mujer estaba llorando por que
veía muy mal al Jeison. Estaba paralizado en una esquina del patio,
se veía sudoroso, respiraba rápido con jadeo, apretaba el hocico y
echaba abundante saliva como espuma. Me lo cargué rápido para el
veterinario pero no alcance a llegar. Se me murió el perro en mis
brazos. El veterinario me dijo que podría ser un veneno pero que no
había manera de saberlo. No pude hacer nada compadre. De pronto fue
el vecino del perro negro, bravo por la zunda que le dieron a su
mascota, la cogió contra el Jeison, pero de una forma cobarde.
Aunque eso es mejor dejarlo así.
Me
queda Malibú, esa perra brava. Ya esta viejita. Después de la
muerte de Jeison, como me volví famoso con este perro y me compraron
sus siete crías, intenté preñar a Malibú con otros perros pero no
se pudo. Muy brava esa Malibú, yo creo que a su manera debe extrañar
al Jeison.
Autor: Saki
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