NO ESTARÉ HOY
Mi cuerpo: Un maleficio, un pozo de agua cristalina, un ojo verde,
una flor bienoliente, un fruto descomponiéndose. Estaba junto al
tuyo. Cansados, agotados, sudados. Mi pierna junto a la tuya. Mi mano
izquierda en tu pecho, jugando con el dije de tu cadena dorada, ¡Qué
imprudencia! Es un cristo crucificado, muy seguramente por todos los
pecados cometidos, incluso por el mío –Nuestro- el que no hace
mucho cometimos.
Tu sexo, tu piel blanquecina, tu cadena. Tus ojos que mienten en cada
verdad que me dices, tú dices no, ellos sí.
Hay alguien más – digo
¿Cómo lo sabes?
Tu cuerpo torturado, caricias, arañazos, lacerado. Sólo me
impresiona que una mujer profane tu cuerpo de esa manera, pero es
cierto, tu corazón ya le pertenece, no puedo hacer nada, ni siquiera
impedirlo.
¿Qué te preocupa? ¿Perderme? Sabes que así alguien posea mi
corazón, he permanecido junto a ti, contigo.
Pero esta vez es diferente, de verdad la amas. No eres el mismo niño,
aquel que hay que proteger entre las sabanas, y procurar que ningún
ruido altere tu sueño, mi niño. La miel que había en tus ojos la
agoté. La suavidad de tu pelo, tus caricias toscas en mi piel. Las
pecas en tus hombros. Las venas que rodean tus manos. Tu sonrisa. Tu
risa. Todo eso que era mío, lo perdí. Te perdí.
Pero nunca fui tuyo.
Sí. Eras de alguien más, pero eras mío. Te tuve completo. Desnude
tus verdaderos sentimientos, a esos que le temías, los que sabias
que estaban pero que no querías mostrar. Esos.
- ¿Por qué siempre lo mismo? ¿Por qué me lo dices?
–Porque se te olvida siempre.
- ¿Sabes qué? Mejor me voy. Siempre acabo muriéndome un poco más contigo ¿Por qué?
-porque
cada que te acercas más a mí te quero. La verdad quema, arde,
duele.
Antón se pone su ropa interior, luego su pantalón. –Siempre crees
saber un poco más –me dice
Porque lo sé, lo digo. Te molesta.
Se sube su pantalón y se ajusta su camisa. –¿Tienes mi perfume?
–Encima del tocador, –le señalo con el dedo.
Oprime dos veces el vaporizador, una sobre su pecho y otro en el
cuello. Por ultimo uno más en su muñeca.
–Esta vez no puedo quedarme mucho tiempo. Kat me espera y no puedo
llegar tarde, nunca lo hago. Devoras mi tiempo.
Y a ti – le digo
Logro
sacarle una sonrisa.
Antón se acerca a mí, a mi rostro rebujado por él, lo besa con
lastima. Me besa en la frente, como a un niño, su niño. Es nuestra
adiós. Cuando salga por esa puerta lo habré perdido y esta vez será
para siempre, él, completo. Mi alma: espejo roto, cayeron hacia
dentro de mí todos esos pedazos, cortaron mi ser, lo rasgaron. La
herida es tan profunda que yo cabía perfectamente dentro de él,
ahí.
Ya no te veré más Antón- dije
Un silencio tomaba la habitación, mi cuerpo desmoronado y tendido
sobre la inmensa cama parecían restos de una porcelana, hecha
pedazos. Él parado en frente de mí, descubrí su mirada en mi pelo,
en mi boca herida de todos sus besos, en mis manos – sus manos-
pero nunca en mis ojos.
¿Con eso respondes? ¿Con tu eterno silencio?
Tomó las llaves de mi mesa de noche, las guardo rápidamente dentro
de su bolsillo, evitó mi mirada que lo siguió, inquieta, llena de
preguntas, mientras él se dirigía a la puerta de mi habitación. Mi
herida sangraba: eran lágrimas, pero no provenían de mis ojos. Puso
su mano en la chapa de la puerta, la giró hacia la derecha. La
abrió.
El cuarto se llenó de ruidos estridentes: conversaciones altas,
vehículos en la carretera, mi mamá en la cocina. Solo fueron tres
segundos, los más eternos y largos de mi vida. Se cerró la puerta
en seco, un golpe directo.
No escuché nada más, solo unos pasos. No sé si los de él. Sólo
pasos. Mi cuerpo: un derrumbe. Me dejé ir. Sólo me dejé ir por la
herida, me broté y luego me escabullí suavemente hacia el interior
y dejaba mi habitación, mi cama, los libros, mi escritorio. Solo
para verterme. Hacia mí.
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios enriquecen nuestra Biblioteca ¡Gracias por Visitarnos!