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Tercer Concurso de Cuento Corto: NO ESTARÉ HOY





NO ESTARÉ HOY

Mi cuerpo: Un maleficio, un pozo de agua cristalina, un ojo verde, una flor bienoliente, un fruto descomponiéndose. Estaba junto al tuyo. Cansados, agotados, sudados. Mi pierna junto a la tuya. Mi mano izquierda en tu pecho, jugando con el dije de tu cadena dorada, ¡Qué imprudencia! Es un cristo crucificado, muy seguramente por todos los pecados cometidos, incluso por el mío –Nuestro- el que no hace mucho cometimos.
Tu sexo, tu piel blanquecina, tu cadena. Tus ojos que mienten en cada verdad que me dices, tú dices no, ellos sí.
Hay alguien más – digo
¿Cómo lo sabes?
Tu cuerpo torturado, caricias, arañazos, lacerado. Sólo me impresiona que una mujer profane tu cuerpo de esa manera, pero es cierto, tu corazón ya le pertenece, no puedo hacer nada, ni siquiera impedirlo.
¿Qué te preocupa? ¿Perderme? Sabes que así alguien posea mi corazón, he permanecido junto a ti, contigo.
Pero esta vez es diferente, de verdad la amas. No eres el mismo niño, aquel que hay que proteger entre las sabanas, y procurar que ningún ruido altere tu sueño, mi niño. La miel que había en tus ojos la agoté. La suavidad de tu pelo, tus caricias toscas en mi piel. Las pecas en tus hombros. Las venas que rodean tus manos. Tu sonrisa. Tu risa. Todo eso que era mío, lo perdí. Te perdí.
Pero nunca fui tuyo.
Sí. Eras de alguien más, pero eras mío. Te tuve completo. Desnude tus verdaderos sentimientos, a esos que le temías, los que sabias que estaban pero que no querías mostrar. Esos.
  • ¿Por qué siempre lo mismo? ¿Por qué me lo dices?
–Porque se te olvida siempre.
  • ¿Sabes qué? Mejor me voy. Siempre acabo muriéndome un poco más contigo ¿Por qué?
-porque cada que te acercas más a mí te quero. La verdad quema, arde, duele.
Antón se pone su ropa interior, luego su pantalón. –Siempre crees saber un poco más –me dice
Porque lo sé, lo digo. Te molesta.


Se sube su pantalón y se ajusta su camisa. –¿Tienes mi perfume?
–Encima del tocador, –le señalo con el dedo.
Oprime dos veces el vaporizador, una sobre su pecho y otro en el cuello. Por ultimo uno más en su muñeca.
–Esta vez no puedo quedarme mucho tiempo. Kat me espera y no puedo llegar tarde, nunca lo hago. Devoras mi tiempo.
Y a ti – le digo
Logro sacarle una sonrisa.
Antón se acerca a mí, a mi rostro rebujado por él, lo besa con lastima. Me besa en la frente, como a un niño, su niño. Es nuestra adiós. Cuando salga por esa puerta lo habré perdido y esta vez será para siempre, él, completo. Mi alma: espejo roto, cayeron hacia dentro de mí todos esos pedazos, cortaron mi ser, lo rasgaron. La herida es tan profunda que yo cabía perfectamente dentro de él, ahí.
Ya no te veré más Antón- dije
Un silencio tomaba la habitación, mi cuerpo desmoronado y tendido sobre la inmensa cama parecían restos de una porcelana, hecha pedazos. Él parado en frente de mí, descubrí su mirada en mi pelo, en mi boca herida de todos sus besos, en mis manos – sus manos- pero nunca en mis ojos.
¿Con eso respondes? ¿Con tu eterno silencio?
Tomó las llaves de mi mesa de noche, las guardo rápidamente dentro de su bolsillo, evitó mi mirada que lo siguió, inquieta, llena de preguntas, mientras él se dirigía a la puerta de mi habitación. Mi herida sangraba: eran lágrimas, pero no provenían de mis ojos. Puso su mano en la chapa de la puerta, la giró hacia la derecha. La abrió.
El cuarto se llenó de ruidos estridentes: conversaciones altas, vehículos en la carretera, mi mamá en la cocina. Solo fueron tres segundos, los más eternos y largos de mi vida. Se cerró la puerta en seco, un golpe directo.

No escuché nada más, solo unos pasos. No sé si los de él. Sólo pasos. Mi cuerpo: un derrumbe. Me dejé ir. Sólo me dejé ir por la herida, me broté y luego me escabullí suavemente hacia el interior y dejaba mi habitación, mi cama, los libros, mi escritorio. Solo para verterme. Hacia mí.

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