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Tercer Concurso de Cuento Corto: Friecitos.







Friecitos.

¡Maldita sea!, de nuevo ese maldito frío, ese maldito escalofrío que te recorre todo el cuerpo, ¿qué lo producirá?, es extraño, como si se saliera de adentro, al parecer es el que enfría tus alrededores y no al revés, como si vos fueras el motor de ese frío tan extraño, que te pone la piel erizada. ¿Tal vez, por qué ha pasado de nuevo?, ¿Te has quedado sin ilusiones qué nunca tuviste, otra vez?, eso parece ser. ¿La viste cierto?, la viste acompañada y ella te vio acompañado, a ella de un él y ella te vio a vos de un cigarro. Pensó mal de ti, ella por tu compañía, tal vez con desagrado y vos pensaste de ella que, nada, no pensaste nada, porque el infrasonido que produjo tu ilusión quebrándose, no te dejaba ni siquiera escuchar tus pensamientos, te dejó aturdido, como ya has sabido quedar incontables veces. Entonces, ¿Cuál es el problema?, si ya sos un experto en esos friecitos tan fríos, en esos aturdimientos enceguecedores. No deberías tener inconveniente alguno. ¡Pero sí que lo tienes! Seguramente, tantos fríos acumulados te fueron transformando de una masa insípida con algo de calidez a un bloque de hielo inerte. Hasta tu caos se volvió repetitivo, siempre lo mismo, y dejo de ser caos para convertirse en tedio y quedaste así. La cosa es grave, esas situaciones te están acabando, sabes que nadie te puede salvar, pero aún así esperas que alguien lo haga, y lo único que haces para salvarte a vos mismo es buscar a alguien que te salve. Ahora ya sé, porque te gusta tanto ese fresquecito de los ventarrones del ocaso de esta ciudad o ese friecito de cuando llueve, porque es ahí mismo cuando esos fríos exteriores hacen que tu frío, ese que vos producís, no se note tanto, no lo sintas. Es por eso que te gusta ir en autobús, en un autobús solo, vacío, frío, con las luces del bus apagadas para aumentar el frío en él, con las ventanas bajas para que se meta todo ese frío de la noche de esta ciudad allí, enmascarando el tuyo, tu frío.



Lucho.

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