Como era costumbre
Mateo se encontraba en la biblioteca. Meses atrás se acomplejaba por no contar
con una computadora o celular inteligente como sus otros compañeros, por lo
cual se veía obligado a ir a la biblioteca, al principio ese lugar le parecía
silencioso y aburrido, sin embargo, las tareas no se hacen solas y debía
terminarlas, estaba acorralado, sus padres hacían un esfuerzo enorme para darle
la oportunidad de estudiar y no podía desaprovecharla.
Poco a poco ese
lugar se convirtió en un espacio inimaginable podía dejarse llevar por su
imaginación y deleitarse con el olor de un libro nuevo. Mateo iba de continuo y
había destinado un lugar para hacerse, era la última mesa al lado derecho de la
biblioteca, desde ahí podía observar todo, desde la sonrisa de la bibliotecaria
al leer el libro de poemas y recibir cómplices miradas del jardinero, hasta el
niño que con ruido entraba al lugar y al verse sorprendido, no le quedaba más
que guardar silencio y sentarse en una de las mesas de enfrente.
Mateo no se había
percatado de su sentido de observación, hasta que recordaba cada uno de los
movimientos de la biblioteca y podía decir con detalles que pasaba cada día.
Un día Mateo al
dirigir una rápida mirada a la puerta, presenció la entrada de un niño, aquel
era delgado, de cabello negro y ojos radiantes, se acercó al lugar asignado
para la información, recibió en silencio algunas las instrucciones de la
bibliotecaria y se sentó en la mesa contigua a él, sacó su material de trabajo
y empezó a leer su texto. Al momento Mateo se dio cuenta que el niño estaba
metido en sus pensamientos y apartaba la mirada del texto. Duró poco y se fue.
Días después el
niño volvió nuevamente con las mismas características. A Mateo le crecía la
curiosidad y decidió preparar algunas preguntas, buscando el momento justo para
cuestionarlo. Cuando se presentó la oportunidad, espero que se instalará y le
hizo un par de preguntas, se impresionó al ver su respuesta, el niño se limitó
a decir sí o no y él no quiso seguir preguntando, tenía la impresión que no
quería hablar y no quería molestarlo. Mateo solo se limitó a observar, cuando
al pasar por su lado fijó su mirada al cuaderno que brillaba ante sus ojos, se
dio cuenta que era un gran dibujante, tenía dibujos de
caricaturas, rostros y algunos trazos, quién era ese extraño niño se preguntaba
una y otra vez en su mente, así que decidió buscar información por otras fuentes,
encontró algunos detalles por ejemplo que amaba las matemáticas y estudiaba en
su misma escuela en un grado mayor que él, hablaba poco pero era muy
inteligente.
Mateo siguió
observando y aceptando a las diferentes personas que se presentaban en su biblioteca,
conociendo que todos tenemos unas particularidades que nos hacen únicos, ya no
le preocupaba enfocarse en lo que no tenía, había comprendido el verdadero
valor de las cosas que está escondido a nuestro alrededor, si nos atrevemos a
observar.
FIN
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