¡Jueputa que rico!
¡Jueputa que rico!, no sé quién era, no sé si era dios o el
diablo o era el amor de mi vida, no tengo idea, solo sé, que me
abrazó entre sus senos. Sí, entre sus tetas, lo hizo fuertísimo y
sentí como si fuera gigante y descansara mi cuerpo sobre las cimas
de dos montañas, como si un viento cálido proveniente de sus senos
se colara por cada átomo que compone mi devastado cuerpo y lo dejara
renovado. Me abrazó, para decirme que todo iba a estar bien, pero
luego me apretó más fuerte y me dijo, todo va a estar mal, para
finalmente hasta casi pulverizarme, decirme, nada va estar, nada
nunca ha estado, pero aquí, en este infinitamente pequeño instante
de tiempo, mientras te abrazo, todo va a estar bien. No me había
atrevido siquiera a levantar mis ojos para mirar a aquella creatura
que me reconfortaba, que me mataba, que me hacía querer no existir
para estar en ese lugar donde ella no existe. Pero lo hice, levanté
mis ojos mientras ella revolcaba mi cabello, lo cual me hizo sentir
inmune a la vida, o sentir, como la vida misma, como el viento, como
las hojas, como la nieve, como un bosque en su soledad, como la paz,
como el caos. Vi a esta mujer que me miró y fue increíble. Su
mirada era como, como la mirada junta de todas las mujeres que me
han mirado, y las que nunca lo harán. Su mirada me penetraba aun
hasta mi esencia, hasta lo que he sido aquí y en todas las
dimensiones y vidas en las que he existido. Sus ojos eran de un color
incierto, y con ellos me decía de nuevo, que no importaba, que nada
importaba, que lo importante era que yo, ya estaba ahí, en ese
instante de tiempo, en ese lugar, en esa vida. Que ese era el motivo
por el cual la creación nos había creado, solo para ese momento. Y
su pelo ¡puta madre!, su pelo era increíble, le caía hacia
adelante y me cubría con él, cómo creando un túnel por el cual
solo veía sus ojos. Ese pelo era el universo mismo, y me envolvió
con él, con ese pelo negro que era el universo. Al despertar
comprendí, que nunca volvería a sentirme como me sentí con aquel
ser, como me sentí en aquel lugar, que no es un lugar. Comprendí,
que nunca nadie me mirará así, me abrazará así, me dirá tantas
cosas, con tan solo ver sus ojos y tal vez una leve sonrisa, opacada
por la oscuridad producida por su cabello. Tal vez ahora puedo
empezar a vivir.
Lucho.
El título le falta una tilde "Jueputa, qué rico"
ResponderEliminarLa ortografía es un factor que jurado calificador deberá tener en cuenta para la premiación de los tres mejores cuentos.
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