CÓDIGO DE
SEGURIDAD
Soto en una esquina
del banco se erguía con las piernas largas dentro de su pantalón
azul oscuro, imperceptible por los demás, pero vigilante. Eran las
tres de la tarde y los clientes se estaban marchando, cuando una mano
delgada haló la puerta y se dispuso a entrar.
¿Quién era aquel
nuevo visitante?
Miró al hombre de
arriba a abajo. Llevaba un maletín gris con el cierre dañado y una
gorra. Le pareció sospechoso, no solo por su camisa azul desteñida
y sus botas viejas, sino por sus movimientos azarosos. Miraba hacia
todas partes como buscando algo.
Lo observó por 5
minutos en la fila. A Soto no se le escapaba ningún detalle.
-Central mándeme la
Ponal que tengo un 18-01...- Reportó por su radio.
En 5 minutos ya
había llegado la policía y abordaron al hombre de botas negras.
-Me permite sus
papeles por favor- le indicó uno de los dos policías.
- ¿perdón? - Contestó él con la mirada fija, pues era al único que estaban interrogando. Luego agarro las asas de su maletín aferrándose a él.
-Es un procedimiento
de rutina caballero- Le insistieron los policías.
Se llamaba Rafael,
pero se negaba a entregar sus papeles.
- ¿Porque solo a mí? - Contestó Rafael casi gritando, como si los clientes ahí presentes fueran a rescatarlo, o el vigilante, que solo observaba la escena a distancia. La gente observaba sin decir nada.
-Acompáñenos
afuera Señor - Le dijeron los policías, esta vez sin pedirle el
favor.
Antes de cruzar la
puerta de salida miró al guarda. La severidad en sus ojos le
confirmaba la sospecha de Soto.
Afuera todos
observaban el espectáculo, porque un policía interrogando a alguien
es igual de escandaloso que ver la sangre que brota de una herida.
Uno le revisaba el
maletín, mientras el otro lo requisaba, entre los bolsillos, las
piernas, el abdomen, y cualquier lugar donde pudiera guardar un arma.
- ¿Qué es esto? - Preguntó el policía con el maletín, sosteniendo en la mano uno de los fajos de dinero que contenía.
-Vengo a consignar
el dinero de la nómina de la obra- Habló Rafael más calmado, quizá
por la vergüenza que sentía de ser tocado por un desconocido o por
el espectáculo que estaba protagonizando.
-Por qué no dijo
esto dentro del banco? Preguntó el policía, aún más avergonzado
que Rafael.
- ¡Tenía miedo! - confesó, como quien se libera de algún secreto guardado por mucho tiempo -Pensé que me la iban a robar!
- Discúlpenos señor- Dijo el policía entregándole los documentos y Rafael regresó al banco.
Los policías se
acercaron al vigilante que había observado todo desde el ventanal.
-Comando no pasa
nada, él vino a consignar la nómina de la obra, ya verificamos con
el maestro de construcción que lo contrató. Tampoco tiene
antecedentes.
Los policías se
fueron, pero Soto continuaba observándolo. El hombre aún estaba
nervioso, no sólo se movía inquieto, también buscaba su reloj
insistentemente.
El protocolo de
seguridad exigía cerrar a las cuatro en punto, entonces Soto caminó
hasta la entrada. Sus llaves tintineaban. Alzó la mano para cerrar y
de repente aparecieron de la nada dos sujetos encapuchados, armados
de dos revólveres Smith wesson, calibre 38, cañón corto con cacha
ortopédica, fue lo que pudo notar mientras uno de ellos le apuntaba
en la cabeza.
El otro encapuchado
se acercó rápidamente a Rafael, arrebatándole el maletín de su
espalda, acto seguido tomó el dinero que había en las cajas. Antes
de huir le quitó el arma y el radio a Soto, tirándolo al suelo.
Al salir se oyeron
varios disparos y después un silencio que dejó sorprendidos a todos
adentro del banco. Pero permanecían tirados, inmóviles.
Soto corrió a la
calle y vio como los policías esposaban a los ladrones, pues él
había reaccionado antes de que lo apresaran, activando el botón de
pánico que tenía en el bolsillo del pecho.
Uno de los policías
antes de marcharse se acercó a Soto y le dijo:
-Tenía usted razón,
uno de los ladrones confesó haber sido contratado por el sospechoso
que requisamos. Al parecer quería quedarse la plata de la nómina y
que todo pareciera un robo en el Banco.
-Lola M-
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