SIENDO INTRUSA
Y fue entonces
cuando estando con él, vi a su amigo con una actitud que siempre
odié en los hombres pero que resultó como foco de atención ante mi
insatisfacción del juzgamiento. Estuvimos en un club nocturno, la
única presencia femenina era yo, consciente de todo lo que podría
causar una mirada, un simple tacto de mi mano sobre su brazo o quizás
mi sonrisa como manera de aprobación a todo lo que decía él; lo
hice. Sabía que podría ser el comienzo de algo que daría por
sentado en tan solo unos pocos días. Siempre fui una mujer
consciente de sus capacidades de seducción, no porque mi belleza sea
avasallante sino porque los hombres jamás se negarán a un cuerpo
joven y más aún sí esta es presentada como símbolo prohibido, en
mi caso: ser la nueva conquista de su mejor amigo y peor aún, con un
pasado que puede ser llamado prontuario.
Fue fácil, siempre
ha sido fácil con este tipo de hombres. Los pasos a seguir no tienen
variación, empezar una conversación con algún pretexto verosímil,
sonreír, llevar la contraria, etc… es sencillo. Sin embargo,
siempre habrá dos opciones, si todo sale bien, empezaremos un
romance fugaz y si sale “mal”, el proceso se demorará un poco
más, pero de igual manera finalizará como la primera opción. Pero
este caso se salió de mis coordenadas, me empecé a sentir sofocada
con mi primera conquista y pensé que mi redención sería abordarlo
a él: con el conocimiento y gran certeza de que sería el fin de mis
juegos. Este hombre es invencible, no puedo traspasar la barrera que
nos divide, me tiene en jaque, en pausa, en suspensión. Es aquí
cuando deduzco que yo soy la intrusa entre ellos dos y mi fin será
cercano, como todo intruso, tendrá cárcel; y mi cárcel será la
indiferencia. No me pone nerviosa, tal vez, un poco inquieta…
HENRRIETA
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios enriquecen nuestra Biblioteca ¡Gracias por Visitarnos!