Ir al contenido principal

Tercer Concurso de Cuento Corto: Una comida decente.






Una comida decente.

Por Gamove18

Otra vez me echaron, ya ha pasado varias veces esta semana, cada vez que me escabullo al lugar donde huele a comida rica, al principio hay personas que se enternecen al verme y me lanzan comida, pero eso no dura mucho porque siempre llegan las personas parecidas a gorilas que se supone que deberían cuidar la puerta y me sacan del lugar a patadas.

Después de lamerme las heridas que me hicieron los gorilas, pienso en donde ir a comer, ya que me echaron antes de saciarme, en ese momento recuerdo que en el lugar rodeado de árboles con una máquina que expulsa agua donde las personas se reúnen, hay un viejecito que vende salchichas y siempre que le hago mi mejor cara me da me comer una.

Con eso en mente, empiezo a andar al lado del camino por donde solo pasan los carros o vehículos con ruedas hacia ese lugar, desde donde estoy alcanzo a captar el olor a salchicha, casi puedo saborear la salchicha, solo pensar en eso me hace salivar mucho más de lo normal, dejando gotas de mi baba en el suelo.

Estaba tan ensimismado pensando en mi próxima comida que no alcance a oír un chillido emocionado, ni unos suaves y veloces pasos que se acercaron a mí. Me di cuenta que no estaba solo, cuando una pequeña mano se deslizo tímidamente sobre mi lomo, me di la vuelta rápidamente sobresaltado por el toque, así que observé con desconfianza y mostré los dientes con un gruñido al intruso.

Pero solo me encontré con un cachorro humano, una hembra pequeña para ser exactos, que me miraba fascinada, con los ojos rojos muy abiertos y una mano cubriendo su boca, mientras extendía su otra mano hacia mí con vacilación, como si temiera que la mordiera, lo que en cualquier otra ocasión habría hecho, pero la cría parecía tan indefensa como un cachorro separado de su madre, así que solo me limite a olisquearle la mano, que tenía un rico aroma a galletas.

Ella se rio, aparentemente le daba cosquillas, que le lamiera la palma de la mano, y del bolsillo de su chaqueta saco una pequeña bolsa, metió la mano en la bolsa y al sacarla me ofreció una galleta. La comí sin vacilar, tenía mucha hambre para pensar en las consecuencias, nos quedamos así una bastante tiempo, ella me daba de comer hasta que se le acabaron las galletas, quede tan satisfecho que me acerque a la pequeña y me acosté en su regazo, ella me acaricio el lomo hasta quedarme dormido.

  • ¡Lili! ¡Lili! - el sonido de unos gritos interrumpió mi bonito sueño, la niña me coloco en el suelo suavemente, todavía desconcertado vi como la pequeña se lanzaba en los brazos de una humana adulta que tenía gotas de agua corriendo por sus mejillas, la adulta la abrazo y la alzo en brazos, saltando de alegría - Gracias a dios estas bien, estábamos muy preocupados por ti – decía la humana mientras besaba el rostro de la menor, pasados unos minutos la mujer subió a la niña a un carro que estaba detenido en el camino.

Mi oportunidad de tener una comida decente se había ido, pero no se sentía tan mal. Iba a continuar mi camino cuando sentí que unas manos pequeñas con olor a galleta me alzaban desde atrás, sin decir nada me metieron en el carro, antes de darme cuenta me encontraba en el carro en movimiento, sobre el regazo de la niña que me alimento, que hace rato había empezado a contarme sobre su hogar.

-Te va a encantar mi casa no es muy grande, pero es muy bonita, además tiene un patio muy grande en el que puedes jugar cualquier cosa, seguro te vas a llevar muy bien con mi prima - no seguí prestando atención a su discurso, la situación me parecía idílica. La niña había vuelto por mi ¿Por qué? Los humanos, en especial los cachorros, eran muy raros.

Pero la niña empezó a rascarme la barriga, así que deje mis preguntas existenciales a un lado, definitivamente me podía acostumbrar a esto.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Concurso Cuento corto: LA NEGRA CARLOTA

LA NEGRA CARLOTA Ahí viene! La negra Carlota que se pasea por la plaza, los chicos se vuelven locos por su cintura y su cadera. Pero mira que no ven lo que lleva por dentro, se siente triste, absolutamente sola, denigrada y sin dignidad aluna. Por qué todos los días, tiene que salir a vender su cuerpo, para poder mantener a sus ocho hijos. MARIA CUENTO

VIII concurso del cuento corto, ¿NO SABES DE SEBAS?

 ¿ NO SABES DE SEBAS? Toda las comodidades posibles su familia le entregó, vistió bonito bajo la luna y fresco bajo el sol, no le gustaba la lluvia y se quejaba del calor; la primera su cabello despeinó, la segunda excesiva transpiración le brindó. Estudió, entrenó y trabajó, pero nada de eso le gustó. Sus parientes le enseñaron lo bueno y lo malo él escogió. Una amistad le presentó la calle y eso sí que le encantó. Conoció una amiga nueva y con ella se quedó, fue un cambio abismal; pasó de su casa a un callejón. La ese se agrandó, ahora se cree un dios, dejó de ver por ojos ajenos y de todo se adueñó. Venía de la nada, pero iba por todo. Las caricias de su madre jamás las aceptó, las de su abuela siempre las ignoró, y los consejos de sus tíos nunca los escuchó. Hasta los quince años de su casa no salió. Si un día quiso aquellos zapatos; mami se los compró Quería estar a la moda; papi lo vistió. Como la e, salió de noche sin saber para dónde fue, vistiendo de negro desde la cabe...

VIII Concurso del cuento corto, SANTA ELENA CITY

Dicen que estoy loco. Algunos se preguntan cómo terminé aquí, pescando en el caño de la galería Santa Elena. Yo les digo que no es ningún caño, que es un río, pero que ellos todavía no lo pueden ver. Se ríen de mí, tomándome como un caso perdido. Qué más da, sigo en lo mío, tratando de pescar alguna rata en este majestuoso río negro que se extiende por toda la ciudad. ¿Que cómo uno termina viviendo a la orilla de un caño, en medio de la basura y de los adictos? Eso es fácil de responder, toda la respuesta radica en que uno se aburre, se cansa, se fastidia de llevar una vida inalterable. Se cansa de las mañanas en las que te levantas y quieres seguir durmiendo, pero sabes que si sigues durmiendo al rato llegarán las llamadas de tu jefe para preguntarte no cómo estás, sino cuánto tardas en llegar. Un ser humano normal se fastidia del día a día, de la lucha por la supervivencia urbana, de los malos tratos entre nosotros mismos, de los horarios, de las metas que tienes por cumplir. Díganme...