Ir al contenido principal

VIII Concurso del cuento corto, EL DEAMBULANTE

1


aquella clase no la soportaba, me adormecía escuchando la voz del profesor. No soy alguien de muchas palabras, por lo mismo no tengo amigos, pero siempre iba acompañado de algún samaritano que creía que hacía bien interrumpiendo mi soledad, Emilio Herrera era quien hoy me acompañaba a la biblioteca.

-No marica, ese profesor habla y me da sueño- Le dije a Emilio queriendo cortar la tensión del silencio.

-¿Por qué asistes entonces? - Responde con un tono de regaño.

Odio cuando piensa que soy su amigo, no tiene porqué regañarme.

Llegamos a la biblioteca y le dije a Emilio

-Oiga Emilio, yo no puedo sacar otro libro más de aquí- le comento para poder huir de él,

quedándome en la biblioteca

- ¿Por qué?

-Porque ya tengo libros en mi casa de aquí, y no los he regresado, y ya tengo una multa por ello-

- ¡ahg!, ¡chino! Está bien, nos veremos en otra ocasión-

Se despide de mí, con el gesto típico de cortesía y veo como con sus libros se retira a estudiar. 

Mientras tanto, me quedo un rato en la biblioteca pensando que hacer después de que Emilio se fuera totalmente de mi vista, y recuerdo las palabras de Paulina sobre una librería en la zona baja de la ciudad, a la cual decidí ir.


2


Un camino largo después a una zona baja de la ciudad, llegue a la librería, note que es una librería en un lugar poco usual, entro con poca expectativa, es un lugar con un ambiente viejo, pero sorprendentemente limpio, hay una señora sentada en la recepción la cual me recibe muy amable y me dice

-Sigue, sigue, al fondo hay más libros por si no encuentras alguno aquí.

Le dije gracias, y me puse a husmear entre la gran cantidad de libros que veía. Busque algo que valga la pena ir a la universidad a pie por una semana por lo menos. Entre tanto, vi un libro interesante, “el libro deambulante” estaba tirado, -parece que estuviera deambulando- pensé, lo abrí y leí un dialogo de una página cualquiera:

-No marica, ese profesor habla y me da sueño- dice “el deambulante”

-Emilio herrera, compañero cercano a él le contesta a manera de regaño

- ¿Por qué asistes entonces?...

Sorprendido, compré sin ver el precio y me fui rápido a mi casa, ansioso de ver el que decía el libro al llegar.


3


Llegue ansioso a revisar el libro, contaba historias que ni yo mismo recordaba hasta la fecha, estaban pasando por mi mente muchas emociones inexplicables, todos aquellos viejos amigos, traicioneros, pero viejos amigos. La muerte de mi madre, algo que decía haber superado, pero ahora regresa con resplandor, hasta siento que mi madre era la que me hablaba en esa parte. Las malas vivencias con mi padre, solo Jesús y yo sabemos del dolor de tal abandono. Y ni hablar de mis ex parejas, fueron más las lágrimas que las palabras, siempre fui objeto de prueba, nunca un proyecto vigente.

Rápidamente se fue la euforia de leer al ver como al libro le quedaba poco menos que 390 páginas.

Entre tanto me quede en blanco por lo menos dos días, al igual que las siguientes dos paginas del libro, solo tenían puntos suspensivos, cosa que se repetía mucho en días poco movidos de mi vida, al darme cuenta de ello decidí tomar acción y rellenar esas paginas con alguna historia que llene ese vacío en el libro de mi vida. La tinta no servía, las paginas anteriores al día actual, no son modificables, solo quedaba una salida, hacer las siguientes páginas, una buena historia de vida.


4

El deambulante siguió pensando en como cambiaria su vida, pero eso se quedó en sueños, siguió deambulando entre la vida y la muerte en un callejón oscuro que ya se le veía final. al libro le quedabas poco menos de 15 páginas, el deambulante asustado pensando en que aquella final tenía que ser un final digno al menos de un buen soñador.

Al final sobraron 6 páginas, páginas que se rellenaron con algunos deseos del protagonista, fue un regalo por parte de su autor.

-El libro deambulante





Comentarios

Entradas populares de este blog

Concurso Cuento corto: LA NEGRA CARLOTA

LA NEGRA CARLOTA Ahí viene! La negra Carlota que se pasea por la plaza, los chicos se vuelven locos por su cintura y su cadera. Pero mira que no ven lo que lleva por dentro, se siente triste, absolutamente sola, denigrada y sin dignidad aluna. Por qué todos los días, tiene que salir a vender su cuerpo, para poder mantener a sus ocho hijos. MARIA CUENTO

VIII concurso del cuento corto, ¿NO SABES DE SEBAS?

 ¿ NO SABES DE SEBAS? Toda las comodidades posibles su familia le entregó, vistió bonito bajo la luna y fresco bajo el sol, no le gustaba la lluvia y se quejaba del calor; la primera su cabello despeinó, la segunda excesiva transpiración le brindó. Estudió, entrenó y trabajó, pero nada de eso le gustó. Sus parientes le enseñaron lo bueno y lo malo él escogió. Una amistad le presentó la calle y eso sí que le encantó. Conoció una amiga nueva y con ella se quedó, fue un cambio abismal; pasó de su casa a un callejón. La ese se agrandó, ahora se cree un dios, dejó de ver por ojos ajenos y de todo se adueñó. Venía de la nada, pero iba por todo. Las caricias de su madre jamás las aceptó, las de su abuela siempre las ignoró, y los consejos de sus tíos nunca los escuchó. Hasta los quince años de su casa no salió. Si un día quiso aquellos zapatos; mami se los compró Quería estar a la moda; papi lo vistió. Como la e, salió de noche sin saber para dónde fue, vistiendo de negro desde la cabe...

VIII Concurso del cuento corto, SANTA ELENA CITY

Dicen que estoy loco. Algunos se preguntan cómo terminé aquí, pescando en el caño de la galería Santa Elena. Yo les digo que no es ningún caño, que es un río, pero que ellos todavía no lo pueden ver. Se ríen de mí, tomándome como un caso perdido. Qué más da, sigo en lo mío, tratando de pescar alguna rata en este majestuoso río negro que se extiende por toda la ciudad. ¿Que cómo uno termina viviendo a la orilla de un caño, en medio de la basura y de los adictos? Eso es fácil de responder, toda la respuesta radica en que uno se aburre, se cansa, se fastidia de llevar una vida inalterable. Se cansa de las mañanas en las que te levantas y quieres seguir durmiendo, pero sabes que si sigues durmiendo al rato llegarán las llamadas de tu jefe para preguntarte no cómo estás, sino cuánto tardas en llegar. Un ser humano normal se fastidia del día a día, de la lucha por la supervivencia urbana, de los malos tratos entre nosotros mismos, de los horarios, de las metas que tienes por cumplir. Díganme...