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VIII Concurso del cuento corto, LA SILUETA HECHA HOMBRE

 

Trajes de gala, un mustang del año, alfombras rojas, premiaciones, cenas importantes y todo lo que pudiera tener a mi alcance. Esa es mi vida de ensueño hoy en día. ¿Quién pensaría que alguien con tanta atención una vez vivió en las penumbras de un hombre? Nadie, así es, pero la realidad es esa hace más de 10 años fuí la sombra de un hombre intelectual llamado George, este conocía de arte, letras, música y ciencias, él era fascinante. Nadie esperaba que tan joven encontrará su perdición. En fin venga, póngase cómodo, le contaré cómo llegué hasta aquí. 

Siempre fui el mártir de George, ¡era terrible!; ser sombra es mantener al pie día y noche al lado de un hombre. Cuando mi amo daba discursos nunca me permitió darle ni siquiera una sugerencia: “sombra cállate, no hables” decía siempre George. Vivía avergonzado al ver que era una simple silueta sin rostro, solo forma, no había color ni alegría en mí en ninguna parte. Muchas veces, hablé con George y nunca quiso dejarme ser libre, terminaba burlándose de mis opiniones e ideales. Fue ahí donde descubrí que la sombra de George no tenía lugar en su vida. 

Decidí escapar una noche mientras él dormía. No quería dejarlo, en el fondo quería a George, pues pasamos muchos momentos significativos juntos a pesar de las diferencias, George era muy lindo conmigo hasta que se convirtió en sabio; quizás fue el conocimiento el que lo transformo en un hombre egoísta. Aun queriendo a George, las cosas habían cambiado y no podía ser más su sombra.

En el pueblo que nos encontrábamos gracias a una gira de George; era cálido, alegre y pintoresco. Recorrí todo el lugar hasta llegar justo a la plazoleta central, donde había una casa que parecía irradiar más luz que las demás, quise entrar, pero tuve miedo. Tenía inseguridad e indecisión infundida por George toda la vida; sin embargo, una fuerza, probablemente mis deseos por convertirme en alguien los cuales me arrojaron aquel aposento. 

Adentro había una bella mujer que deslumbraba y llevaba por nombre poesía, era como decía George a una mujer bella, tallada por los mismos ángeles; Poesía a mi percepción tenía el nombre a la medida, era como bajada del mismísimo Olimpo. Recuerdo que me recibió con agrado, vio en mí lo que me acongojaba, así que me ofreció morada, además de la posibilidad de convertirme en alguien conocedor de arte, letras, música y astrología, en fin buscar identidad. Poseía, me brindó todo el amor, cariño y conocimientos por los que George nunca se interesó en darme.

Vencí mis miedos, especialmente la luz que amenazaba a extinguirme, que no era más que ser la sombra de George, ser el segundo. Fue así cómo me convertí en hombre y no quise tener sombra propia porque no quise marginar a nadie más. Pasado el tiempo de mi aprendizaje, salí a las calles, aplicar lo aprendido: pinté cuadros, fui escultor, escribí libros y canciones. Así era como me ganaba la vida, pronto contagiaría de alegría a miles de personas. 

Todo lo que aprendí se lo debo a Poesía, ella nunca me enseñó nada malo al contrario, siempre busco la bondad en todo. La cuestión es que yo no era poesía, todo en mí había desaparecido, todo a mí había llegado; Aún seguía en mí la desdicha y el sinsabor de haber sido sombra. Entonces, busque a George y lo encontré. Me presenté como alguien nuevo para no levantar sospechas de quién era, así fue, no me conoció, George buscaba un aprendiz y me ofreció el puesto, así que lo acepte. Todo iba bien, pues él no sospechaba quien era.

Persuadí tanto a George de mis conocimientos que lo hice sentir cada vez menos, así que decidí acabar con su sufrimiento, fue así como un café matutino hizo que George cayera ante mis pies, como una sombra, como la sombra que siempre quería que fuera.




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