MAPOCHO CON ESPERANZA
Son las diez de la
mañana, estoy cruzando el parque de los reyes en Santiago de Chile.
Observo un grupo de adultos coqueteando con unos chiquillos, son esos
mismos profesores jubilados que están parando en el hogar de Cristo,
que vienen todos los días a buscar sexo con adolecentes. Ellos a
pesar de tener dinero se han mudado allí, a la esquina de la calle
Mapocho con Esperanza, estos revolotean como cucarrones buscando la
luz de la juventud de los chicos que son como un foco encendido, como
luciérnagas. Desean jóvenes adolecentes, huérfanos y sin hogar con
los cuales intimar.
Hoy es el viernes más
caluroso, y soleado de todo el verano, son las ocho de la noche en
Santiago Centro. Hay un helicóptero que sobrevuela el rio Mapocho
una y otra vez. Buscan a un chico que según algunos vecinos saltó
al rio, no podemos olvidar esas aguas espesas, poco profundas y
corrientosas donde nada se puede mantener en pie, con el agravante de
que en su lecho ruedan como papas en pendiente las piedras.
Ahora son las once de la
noche y otro cabro chico vestido de bailarina de mancebía, acaba de
saltar de un edificio en el centro, desde el quinto piso, su cuerpo
ha caído y rebotado contra el asfalto. Alguien ha llamado al
servicio de emergencia. La multitud se arremolina como chulos que
perciben el olor a muerte, desde acá se observa un circulo verde que
va creciendo, son los carabineros que desenrollan como oruga y
escoltan a este chico rumbo al hospital, en el se encuentra la
familia del otro joven, el que se arrojo al rio, se acercan asustados
a la camilla y al verlo gritan “no, no es Valiente”. Los
cirujanos entran con mucha prisa al quirófano, actúan como si se
tratara del mismo presidente Lagos.
Ahora son las seis de la
mañana, la cirugía fue todo un éxito, se supo que los médicos le
retiraron el treinta por ciento del cerebro. ¡El se recuperará!,
afirmó el cirujano jefe.
Hoy es lunes, van tres
días de búsqueda infructuosa para encontrar a Valiente. Los
carabineros están a punto de abandonar la búsqueda, recurrieron a
una médium como último recurso. Ella dice haber visto
sensorialmente el cuerpo en un recodo, donde el rio arroja pedazos de
madera, trapos, muebles viejos, y hasta restos de leones marinos que
suben por el rio y mueren atragantados con la basura. La médium va
en el helicóptero, señala los escombros. En ese sitio carabineros
empiezan a cavar, bajo la arena encuentran un cuerpo. Sí, es él,
es el joven Valiente repite la gente. Su padre le ha reconocido por
un tatuaje, los golpes contra las rocas han desnudado el cuerpo, esta
hinchado, lleno de moretones, y empieza a heder.
Han pasado quince días,
al chico del edifico le han dado el alta, todo esto es un milagro,
expresan los médicos. Las trabajadoras sociales del hospital
contactaron a la pastoral de Santiago, allí se ofrecieron a
tramitarle un lugar en el Hogar de Cristo. Lo han llevado hasta allí.
Este albergue es para
hombres, esta lleno de “patos buenos, malos, chicos, maduros y viejos”, gente con
dinero, jubilados, gay’s y travestis, pacientes mentales y
borrachitos.
Ricardo Román, así se
llama el joven que sobrevivió, lo han traído con sus cosas, su más
preciado valor una fotografía de una travesti, que según él, es su
hermana gemela, Romina. Según parece, en la parte de cerebro que le
quitaron le extrajeron a Romina, desde ese día él vive el duelo de
perder a su hermana, esa hermana imaginaria creada por el, para poder
seguir viviendo, y no volver a intentar el suicidio.
Dos jóvenes en
contextos distintos, decidieron quitarse la vida por el rechazo a su
individualidad, su vida bulle corrientosa paralela a la rivera del
Mapocho.
Ricardo empieza su nueva
vida. Lo invitaron a ver el número humorístico de Ruperto, la
personalización del borrachito amistoso que todo chileno lleva
dentro.
Valiente fue sepultado en
una fosa común en las afueras de Santiago.
Mi estadía en Santiago
ha terminado, debo continuar mi viaje hacia Melipilla. Espero no
haberles interrumpido, pero estas vidas merecían al menos este breve
relato.
“Hernando
Wiskin”.
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