NUNCA MÁS
Un
miedo bárbaro
la inundó cuando la puerta se cerró. Su tío se levantó con lujuria para
tocarle las téticas, ella cerró los ojos, debía soportar eso o su tío contaría a sus padres que la sorprendió besándose con un muchachito.
Prefería sufrir esa
humillación a que su
papá la matara
a correazos, el monstruo
se convirtió en pulpo, sus manazas la exploraban por todos lados, debajo de la falda del uniforme del
liceo,
dentro de la blusa y sobre su
ropa interior.
La desnudó con frenesí, le besaba
el
pechito mientras le acariciaba
las nalgas, una solitaria
lágrima resbaló por una mejilla mientras apretaba los puños,
le daba mucho asco ese hombre hediondo
a cigarrillo y a sudor,
quiso gritar y salir corriendo,
quiso morirse y quiso matarlo.
El tío posó sus manos en su chochito lampiño y
ella reaccionó empujándolo y dándole una
bofetada, el hombre se sonrió y
eso pareció excitarlo más
porque se quitó los pantalones
y el
interior, le tomó una mano a ella y la forzó a que le tocara el aparato, con una mezcla de curiosidad y asco lo tocó de arriba abajo, él se acercó más a la niña y
ella pudo percibir ese
olor agrio que emanaba el pene
que tocaba.
Se apartó de
él, le dio la espalada y empezó
a recoger
su ropa, el abusador trató de detenerla pero ella estaba decidida,
se cubrió con rapidez y
salió veloz fuera
de la habitación, iba desencajada, triste y ardida.
Corrió a la habitación que compartía con su hermana mayor, entró
como una tromba y se tiró boca abajo, no se percató que
no estaba sola,
aplastó la cara contra la almohada y gritó, fue un
alarido
mezcla de odio y decepción.
Su hermana corrió hacia ella y la abrazó, la sostuvo tan maternalmente entre sus brazos que
la niña se quebró y rompió en
llanto, le preguntaba que la había puesto así y ella solo movía
la cabeza hacia los lados diciendo que no; así estuvieron casi media hora hasta que ella
se calmó, la hizo jurar que le contaba
pero
que no le dijera
a nadie porque era un problema grande, la hermana mayor juró que no le diría a nadie y
la niña relató lo sucedido, a la hermana se le escaparon unas lágrimas mientras escuchaba lo acontecido y
le juró por su abuela
fallecida
que
su tío jamás la volvería a tocar.
La niña se fue a la calle a jugar, la hermana se quedó mirando la pared, totalmente ida con la
desgracia bailándole en los ojos
y en el corazón, la voz de su tío el abusador pidiendo café la
trajo de nuevo a este mundo; se levantó y fue a la
cocina, montó una olla en la estufa y puso a
hervir agua,
el hombre agarró un taburete de la cocina y se fue al
patio a esperar su bebida
caliente.
Cuando iba a entregarle la taza al tío este le acarició los dedos, ella retiró las manos con rabia haciendo que casi se le derrame el líquido caliente en la ropa a él, la joven
mujer lo miró con odio y
el
respondió con una carcajada burlona. Ella se dio la vuelta y
el
tío le agarró una nalga,
ella siguió caminando
como si nada con los ojos
inundados en lágrimas.
Esa noche no hubo luna, los grillos tocaban una estruendosa serenata y hacía un calor
infernal, una sombra se deslizaba por el patio de la casa buscando el lugar donde guardaba el
padre de las chicas las herramientas, la silueta salió del cuartico con un enorme machete en las
manos y entró a la casa, a los pocos segundos se oyeron gritos espeluznantes de sufrimiento.
Al encender las luces y
ver
qué pasaba encontraron a la hermana mayor bañada en rojo armada con el machete en el cuarto del tío, este se retorcía de dolor
con los brazos terminados en muñones,
gritaba y lloraba,
las exánimes manos yacían a los lados de la cama
en un
charco de sangre, los padres de ellas consternados de
que había pasado solo podían escuchar
que la chica balbuceaba las palabras…
¡nunca más!
Jean Capre
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