SIN PECADO CONCEBIDO
Por ese entonces, en
aquel pueblo polvoriento, sucedían acontecimientos del todo
inexplicables. Y, aún hoy, muchísimos años después, se transmite
uno de los más extraños.
Ocurrió que al finalizar de una tarde cualquiera, apareció por una de las calles que conduce a la plaza de mercado, un hombre. Nadie lo vio llegar al pueblo, como tiempo después nadie lo vería salir de él. Ningún vecino supo su procedencia ni su destino, tampoco hubo persona alguna capaz de decir con certeza, donde pasó esa noche ni las siguientes. No existió en ese pueblo, ni en los cercanos, quien le igualara en belleza, y tampoco memoria que la recordara ni la describiera.
Ocurrió que al finalizar de una tarde cualquiera, apareció por una de las calles que conduce a la plaza de mercado, un hombre. Nadie lo vio llegar al pueblo, como tiempo después nadie lo vería salir de él. Ningún vecino supo su procedencia ni su destino, tampoco hubo persona alguna capaz de decir con certeza, donde pasó esa noche ni las siguientes. No existió en ese pueblo, ni en los cercanos, quien le igualara en belleza, y tampoco memoria que la recordara ni la describiera.
Al castigo público de
Pablo, como era costumbre, debían asistir todos los habitantes del
pueblo, tanto propios como ajenos. Allí se conocieron la intrigante
divinidad y la desafiante y curiosa María, atraída más por las
habladurías acerca del desconocido que por la obligación del
evento. Cada latigazo descargado al delincuente era un empujón sobre
las espaldas de María y del desconocido que los acercaba, cada
pedrada les ponía la piel de gallina. Si aquella fue la primera vez
que se vieron, no fue la única.
Esa misma tarde, el
forastero entró al local que ese día, y otros más, atendía María
debido a la ausencia del que sería su esposo. No se abrió más
aquel recinto, ni se recogieron las cortinas hasta el día siguiente.
Solo las virutas, regadas por todas partes antes de ser sopladas por
el viento como la imagen del desconocido, fueron testigo de lo que
sucedió en las sillas inconclusas de caoba, encima de las mesas
talladas en cedro, en las literas terminadas de pino y contra las
puertas de roble apiladas en la pared, sobre las que más tarde el
rey haría marcar de rojo la señal funesta.
Así transcurrieron varias tardes. Hasta que en una de ellas no se supo nada del que antes se sabía menos. No se supo de donde partió ni hacia donde se fue, ni cómo ni en qué momento. Desapareció con todo, o con nada que para el caso es lo mismo. De su paso por el pueblo solo quedaron rumores y la más grande y vil historia que ha inventado mujer alguna y que ésta contaría después a José: que de cosas tan inexplicables que allí sucedían, ella, había sido, pues, la elegida, la más llena de gracia, sin pecado concebido.
Así transcurrieron varias tardes. Hasta que en una de ellas no se supo nada del que antes se sabía menos. No se supo de donde partió ni hacia donde se fue, ni cómo ni en qué momento. Desapareció con todo, o con nada que para el caso es lo mismo. De su paso por el pueblo solo quedaron rumores y la más grande y vil historia que ha inventado mujer alguna y que ésta contaría después a José: que de cosas tan inexplicables que allí sucedían, ella, había sido, pues, la elegida, la más llena de gracia, sin pecado concebido.
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