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Quinto Concurso de Cuento Corto: Crónica de madriguera






CRÓNICAS DE MADRIGUERA


Bajo la misma tierra yace un reino inusual. Un templo histórico poco conocido. Desde las profundidades, los súbditos trabajan día y noche por la supervivencia de su pueblo. Sus rutas sólo entre ellos reconocen cuáles caminos tomar. Son fuertes y astutas para conseguir alimento en un mundo que no les pertenece. Entre ellos se conocen, pues cada tribu se conecta a través de sus propios caminos. No importa si no los vemos, siempre están ahí. Abajo. Laborando.

Sin embargo, no todo es impresión para los seres que moran bajo las suelas de los zapatos. Hay quienes, no conformes con su vida en las profundidades, deciden intentar rutas de escape para salir a la superficie. Entonces, se convierten en conquistadores, e intentan tomar por la fuerza la tierra de los gigantes.

Dichas criaturas ya han sumergido naciones y eras a escombros, se han adueñado de la ingenuidad de algunos plebeyos quienes les debieron la vida, y han tomado reputación como parte de los seres más repulsivos y peligrosos entre los monstruos más grandes de la historia, sea entre los suelos más repugnantes, o entre los aires más nocivos. En esos rincones oscuros de la historia, ellos han tomado la corona de los gigantes.

Entre más era la ambición de las criaturas que reptaban, pese a todo, más rápido caían los reinos que fabricaban con su gloria y éxito. Su hambre de poder los cegaba de la estructura organizada que los había forjado, y entonces brindaban las altas torres que construían al suelo del que había provenido, con todos los vasallos que habían dominado consigo. Repudiados por sus hermanos y hermanas, esos seres se congregaron en contra de todos quienes no poseían su misma fuerza, y juraron que, en un futuro, serían ellos quienes gobernarían las tierras restantes por dominar, o las sumergirían consigo a la devastación.

Aterrados por el juramento, los gigantes decidieron reforzar la seguridad antes de que las criaturas del abismo cumpliesen su promesa. Por un lado, tomaron las medidas de seguridad necesarias para mantener a los insectos a raya, sin contentarlos demasiado ni dejarlos campar a sus anchas en absoluto libertinaje. Sin embargo, la paranoia les dio para más.

Así, los gigantes mandaron a los más listos y bélicos de su clase. Los estrategas de la peste, les llamaban. Ellos realizaron toda clase de arsenales para combatir a las criaturas que reptaban en las profundidades. Sabían que eran pequeños, pero numerosos y con un poder inigualable. No podían permitir que superasen en número a su propio ejército. Y así, una vez más fue declarada una guerra longeva.

Ahora, los gigantes temen por encontrar a una criatura de las profundidades reptando, trepando, o siquiera volando en su propio territorio, y harán lo que sea con tal de devolverlas al sitio donde pertenecen, vivas o muertas. Las criaturas, mientras tanto, siguen laborando día y noche para sobrevivir entrando como intrusas y llevándose la basura de los gigantes, con tal de encontrar un tesoro para sí mismas.

No importa si una criatura bajo la tierra intenta hacer tregua con un gigante, ni si un gigante trata de persuadir a la criatura con promesas. Lo han intentado, pero se olvidaron de saber hablar el mismo idioma.


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