Plurales y singulares fuimos
Plasmada en la habitación, como una pintura en medio de una exposición de arte, se hallaba Louisa, cuando él le dijo: -déjame dibujar tus ojos y sentir tu cálido despertar. Ella, una mujer introvertida, dueña de sí misma y aun de su retrato, se negó ante la propuesta que Gabriel le hizo. Pero bien sabía ella que no era una propuesta en sí, sino una orden. Esa oración imperativa fue la que desentrañó en ella, absoluto desinterés y deseos de marcharse aquel día.
Entre juegos y azares del destino, el viento mezquino que recorría el parque de la plaza Caicedo fue testigo de esa desamistad que los unía. Ese ser y no ser, el aceptar lo que no sería. Entre herramientas en un consultorio clínico, pacientes que requerían ser atendidos, traumas oculares, iris extrusivos, trasplantes de corneas, cuerpos extraños en globos oculares y glaucomas por resolver que habitaban la cotidianidad de él, ella pasó a ser un nubífero espejismo.
Louisa, quien admiraba los latidos y sensaciones cuitadas
que Gabriel constantemente encendía en ella, sin mirar atrás decidió
escribirle algunas letras,
palabras, reflexiones que él
no leería:
- Al hablarte por primera vez, fui
indiferente ante la amistad que se interpondría entre nosotros. Aquella que
motiva mis nostálgicas noches y me visita en cada amanecer. Gélidas palabras
invadieron mis pensamientos al visibilizar nemorosas verdades. Tu afán por hallar hipótesis, cumplir objetivos, buscar
explicaciones a experimentos que te apasionan, así como la formulación de principios y
causas de las calamidades que aquejan a tus pacientes, se ocuparon de abrir una
brecha entre lo que pudimos ser y lo que no fue. Pero ¡qué necia soy! ¿Cómo
creía cada palabra que me decías? ¿por qué no pude trascender lo “palmífero e invisible”?
Pasadas cinco horas de planear y trazar ciento tres
palabras ignoradas, incluso antes de ser dibujadas en el pergamino que guardó
en el buzón de Gabriel, Louisa regresó a mirar sigilosamente la reacción que él tendría
al leerlas. Pero, no halló respuesta a su incertidumbre. Durante las veintidós horas que vigiló
la portería, él no llegó.
Se decía a sí misma: - ¿le habrá
sucedido algo? ¿por qué no llega? ¡está
tardando demasiado! Y cuando el cansancio la estaba
venciendo, un automóvil se detuvo
frente a la casa de él y noctívagas sombras
se acariciaban en su interior.
Louisa solo recitaba en su mente aquellos
poemas que, en su habitación, acompañada de lágrimas y suspiros creó para aquel
que no leería siquiera sus títulos. Entre esos poemas se hallaban:
Cabalgar armisonantes despedidas,
transitar astríferos lunares en tu rostro,
descifrantes nostalgias envueltas en una médula tardía. Seguir surgir simular verte aquí,
entre de nebulosas palabras olvidadas.
Algentes palpitares, respuestas de incesantes suspiros.
Apolíneos encuentros, cómplices nuestros.
Zeusianas sensaciones entretejiste mi existencia.
Heranas esperas, símbolo de lo intransitado.
Hefestianas soledades,
al compás de lo imaginado.
Artemisianos sentires despiertos en noches indomables.
Sospechas persistentes tarareantes insusitadas abanican espejos reflejados en la acompañada soledad. Soledad de sombrías moscas entradas.
Expectativas inalcanzables, universales célicos.
Canciones habitantes
Ignívomos navegantes,
Ignívomos Lost on You contestatarios
Ignívomos The One That You Love.
Igníferos Nothing Left To Say,
Igníferas respuestas entre paredes taciturnas.
Ruidos silenciosos
Luces entre caminos silenciosos. Los nuestros, cabellos dorados.
¿A caso estás entre mares navegados? Tuyas, palabras
certeras.
Pupilas dilatadas en destinos indescifrables. Caminos transitados como páginas inolvidables. Escucharte, palpable latencia ausente.
Mirarte, luminiscente presente.
Quédate en memorias olvidadas.
Descúbreme en medio de luces reflejadas.
¿A caso estás entre mares navegados? Tuyas, palabras
certeras.
Pupilas dilatadas en destinos indescifrables.
Caminos transitados como páginas inolvidables. Escucharte, palpables latencias
astríferas.
Mirarte, luminiscentes esferas. Quédate en recuerdos olvidados.
Descúbreme en medio de abismos reflejados.
Al pasar página
a los recuerdos de poemas
que invadían a Louisa, ella caminó hacia
el puente peatonal que
atravesaba la calle quinta en la ciudad que acobijó sus entrañables deseos por
un amor inconcluso que la abatía y se hizo una con el pavimento que la recibió
con tenues palabras entre un quizá y un nunca más, como respuestas a sus esperanzas
pérdidas ante globos negros y humo rosa.
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