La nevera
¿Una
nevera? ¿qué es lo que podría pasar? todos tenemos una en casa...
Lo miro y me sigue dando asco y pavor. «pero es mi dueño» da igual yo soy su nevera,
nunca pensaría nada malo de mí...
Después
de pensarlo varios días, he ingeniado un plan para deshacerme de él, esta carga que me mata diariamente, me toca con sus
sucias manos y ni siquiera me hace el mantenimiento que se debe, lo odio, no
hay más palabras para describir lo que siento.
Cada día se levanta y se mete al baño, lo sé porque yo estoy ahí todo
el tiempo, en esta pequeña casa no se puede ocultar nada. Cuando sale del baño
ni siquiera se lava las manos
«solo pensarlo me hace arder
el motor», se acerca
a mí y tira la puerta como si yo fuera nada, porque ni siquiera se preocupa por
llenarme, pero lo que más me indigna es su mirada morbosa hacia mí cuando me
abre, para al final de cuentas no sacar nada ni un hielo, porque eso es lo único que guardo en mi
interior, además de ira y rencor.
El óxido me carcomía, grandes pedazos de pintura medio
blanca ya por los años caían a diario
por mis metales, había cucarachas y moscas debajo de mí, no soportaba más esa
miserable vida.
Por eso como decía en líneas anteriores, tengo una idea para deshacerme de ese despreciable monstro que me quiere
destruir y en lugar de eso lo haré yo...
Un día cómo lo habitual se despertó y fue al baño, cuando salió tenía
una llave en la mano, que nunca supe para que era, y se acercó a mí, esa mañana
me alisté muy bien, encendí mi luz interior todo lo que pude para que me viera
bien, alisté todo el hielo y esperé...
Cuando abrió mi puerta, se le cayó la llave que llevaba en sus
pestilentes manos, esa era mi oportunidad. Sí, ese era mi momento.
Cerré
la puerta con fuerza y él por un momento se congeló, le vi el terror en sus
ojos, suplicando por su vida, pero ya era demasiado tarde, trató de escaparse y
en ese preciso instante me dejé caer sobre su frágil cuerpo y pude sentir sus
huesos destrozándose, sus brazos dejar de hacer fuerza
y haciéndose pequeño,
se iba desapareciendo su vida lentamente;
sentí un alivio indescifrable, su nevera vieja y oxidada había tomado el
control y ahora era libre.
Ese sentimiento duró unos pocos minutos hasta que me di cuenta que soy
muy pesada para levantarme y huir; y lo peor es que lo tenía a él debajo de mí,
pudriéndose...
Quizá
mi destino era a su lado, y este no se altera jamás, ahora estoy aquí,
condenada a oler su cuerpo hasta que yo deje de funcionar o alguien lo
encuentre y me arroje al basurero, y hasta entonces seguiré siendo yo, la
nevera, su nevera...
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