Quinto Concurso de Cuento Corto: ¡No te quedes!

 


¡No te quedes!

 

En medio de la tarde nublada, él se empeñaba en asear su apartamento antes de que ella llegara. Cuando Eloisa se acercó descubrió que él había preparado una cena para ellos. Tras una hora, José le confesó:

Viendo una taza de café recordaba la mañana que nos arropó, la misma que se ocupó en descifrar laberintos entrañables de lo que fuimos. Sin un ayer que descubriera el sentido de un mañana certero para muchos, pero incierto para nosotros. ¿Nosotros? Diría que, para mí inicialmente que me desplomo en caminos de incertidumbre por tu despedida.

¿Nosotros, no? respondió ella, mirándolo fijamente; quizá sea tal vez una virtud o un error dejar de escribirte, o de leerte. No leerte es mi desconocida manía y tu tormento.

¿Te irías aun sabiendo que ya no me amas? preguntó José.

¿Quién te dijo que me iría? dijo ella, mientras tomaba las llaves del auto.

No lo sé respondió él, con más dudas que certezas en su cabeza. Pero si lo haces, me sentiré mejor, mientras la soledad no nos domine más.

¡No creas que te dejaré sólo! ¿Por qué dudas de mí? Mirando fijamente hacia la puerta, ella repetía estas palabras con convicción. Aunque, las razones para quedarme se disipan constantemente.

No se trata de qué creo yo, se trata de ti dijo José en tono melancólico; la inestabilidad es tu mayor defecto.

Con pesadumbre, ella le contestó:

¡Está bien! Descubriré posibles horizontes poniendo las llaves sobre el comedor, ella se despide; y me iré caminando.

José, incrédulo y recorriendo el apartamento, le pregunta:

¡Dijiste que no te ibas! ¿Esto es una broma?

—¡Nos vamos! respondió Eloisa, y con actitud autoritaria lo tomó del brazo y se fueron. Acompáñame a vernos soñando en sueños donde te soñaré.

Sin rastro de ellos, tardé años resolviendo aquel misterioso encuentro. Hasta ayer lo logré, al leer entre líneas sobre su destino. Una voz me dijo:

Y entre noches divagan sus pensamientos en unas tenues palabras, inexistentes, donde ella pudo ser la interlocutora de éstas y terminó creyendo ser quien las escuchaba... A veces la mente (lo considerado así), nos engaña y nos sume en la incesante reflexión de lo no ocurrido.


Las líneas que has leído son el reflejo de una historia inconclusa, como las de grandes literatos componen con final abierto, donde la imaginación del lector compone cada frase faltante. Al antojo de ese destinatario del mensaje, está cada percepción de lo que pudo ser y no fue, de ese sinsabor al marcharse de un destino ineludible. Como Aquiles y Patroclo, como Antígona y Polinices, el Coronel y el médico al que prometió brindarle una sepultura digna y justa, se encuentran esas historias inexistentes.


Momentos habitados por lúgubres sensaciones, solitarias compañías, silencios cantados, coloridos globos negros constituyen nuestras existencias, y aquellas de los seres que hemos amado y hoy yacen bajo nuestros pies. Promesas incumplidas, palabras sosegadas originan mundos posibles que vivencian los atardeceres de esas pinturas donde nos hemos sumergido en los poemas de Neruda, Clarice Lispector, Cristina Peri Rossi, entre creadores de irrealidades reales que transitan memorias eternas.

Despedirse es construirse a mismo, bajo la premisa de que “todo estará mejor” y la escritura comprende un medio terapéutico compuesto de soledad y ensimismamiento como símbolos de álgidas sensaciones de lo que no fue y no será. Somos composiciones de recuerdos, ausentes de palabras precisas para expresar ese “quédate”, a tiempo.

Recreaba despedidas indispensables que fortalecen el “yo” de seres inacabados, una tarde cuando leía en cartas de pergamino pintadas con una tinta roja, al descubrir que aquella historia que inventé no llegaría a materializarse. Mi psiquis en humorosas vacilaciones

¿delirios? Eso diría mi psiquiatra. Pero para mí, son respuestas a la insoportable levedad del no Ser. 

Me despido al verte partir por esa puerta que múltiples veces me recibió contigo, ansioso y deseoso de sentirme entre tus latidos. Y acompañándonos, negando la matutina oscuridad que nos separaba al acercarse mi despedida, nos besábamos por última vez en cada encuentro. De eso se trata, me dijiste: “en estos tiempos quiero estar solo, cuando así lo quieras, me tendrás, pero solo en cuerpo.”

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