Nosotros
Me
toma entre sus fauces y me chupa
como a un dulce, mueve su figura
ardiente entre mis fibras, deja su olor impregnado detrás de mi cuello,
me toma entre ojos y manos, introduce sus hilos entre mi carne,
busca algo, siempre ha buscado algo.
Mueve mi carne con los ojos, pero no puedo verlo porque siempre se esconde,
aun así lo sé, sé que está ahí. Finalmente me despiertan.
Es
él quien me levanta en la mañana, me saca las cobijas a jalones y me obliga a
bañarme, me espera pacientemente hasta que esté lista en la puerta de mi casa,
me toma de la mano y me lleva todo el camino susurrando que tenga la cabeza en
alto, que evite las miradas.
La
mejor parte del día es llegar a
aquel pequeño cubículo y encerrarme,
para ese momento él ya se ha ido y
yo solo
espero entre miles de líneas y párrafos, fantasías y sueños, ideas e imaginación. Sentada en aquella
silla incómoda con miles de pensamientos y plumas ajenas estoy en paz, pero
siempre llega el momento en que la bibliotecaria
toca mi puerta, no la miro
porque él está ahí, junto a ella, ya
es de noche y nos tenemos que ir. No
he probado bocado en todo el día así que él me obliga
a rastras a ir a un restaurante, mi deseo de no hablar es en vano,
porque él me fuerza, así como me obliga a respirar y a vivir. Ya
famélica ordenó para llevar y juntos esperamos.
Una
vez lo tenemos volvemos a casa, nos sentamos y me ve comer, bocado tras bocado
lo siento más impaciente.
El
peor momento del día es en el umbral de nuestro cuarto, usualmente no soy capaz de entrar antes de que den
las once, pero hoy la falta de
comida me ha dejado exhausta, aunque
sinceramente eso no cambia
nada porque ni el cansancio lo detiene. Así que con pereza camino por la habitación, me cambio
y me cepillo. Cuando las excusas se me han acabado y la fatiga
se apodera de mí... no me queda de otra que llegar a la cama.
Las sábanas
son suaves a pesar de que
ha
pasado algún tiempo desde que las
compre, me erizo
a su contacto e ignoró la pesadumbre
que se instala en mi pecho. Me acuesto de lado y me meso, esperando a que algún día algo cambie, a que yo cambie, así cierro los ojos, con
esperanza. Y lo siento, no ha pasado ni un segundo, pero sus manos
se deslizan entre mis cabellos, unas veces lo
toma con más delicadeza, pero hoy parece querer arrancarlos, baja por mi
cuello agarrando y masticando todo, dejando un rastro de sudor a su paso.
Siempre se mantiene alejado de mi pubis,
desde que apareció nada ni nadie, ni yo, lo
ha tocado, porque él no me deja
desearlo. Sigue masticando mi carne,
apretando con fuerza en donde más duele,
ahí, en aquellas partes que tengo adoloridas siempre las repasa,
sus dedos tocan con ansias a
la espera del momento correcto. Y
siempre llega, cuando mis lágrimas se asoman él lo siente, lo sabe, esa es su tarea,
así que con toda su voluminosa figura
se introduce en mí. Y
me
consume, me come. Es él, el miedo.
-Palita
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