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Cuarto concurso de cuento corto: La muerte de Ánderson Zamora





La muerte de Ánderson Zamora

«Nunca estuve tan lejos de mi cuerpo»

Alberto Spinetta.



En el parqueadero del Hotel Oro Verde había esparcida una capa vasta y densa de sangre. Una multitud de gente, también vasta y densa, se arrumaba a su alrededor. «Iba a robar el hotel», dijo una turista exaltada. «¡Él sacó un arma pero el otro fue más rápido!», señaló un hombre con las manos sobre las sienes. Otra mujer gritó: «¡abran paso, llegaron los paramédicos!». Y en pocos segundos pusieron al herido sobre una camilla y la ambulancia viajó hacia el Hospital Teófilo Dávila. No llegó con vida.

Esa sangre era mía y ese herido era yo. Y sólo yo conozco los motivos que condujeron a mi muerte. Ésta no tuvo relación con aquel cargamento que llevé a Puerto Bolívar en el 86, ni con ese hombre a quien asesiné por robar su maleta en el 93, y menos tendría relación con ese cuerpo al cual mis disparos al azar alcanzaron en el 98. Las cinco balas que atravesaron mi humanidad fueron un hecho aislado.

Cuando insulté a ese hombre en la carretera no pensé que cargaría un revolver. Ni que me seguiría con tanta insistencia hasta el parqueadero del hotel, donde pude verlo a través del espejo de mi motocicleta como una imagen difusa. «¿Es que yo estoy pintado o qué?», fue la sentencia que lanzó antes de desenfundar su arma, apuntarla y abrir fuego, dejando mi cuerpo tirado alrededor de una humareda de combustible.

Siempre quise disfrutar de una perspectiva diferente de todo, lejos de tanta banalidad. Y sólo luego de la vida pude lograrlo. Ahora fuera de la carne conozco la transparencia. Sin remordimiento puedo contar lo que me sucedió; aquí, desde este féretro que pronto enterrarán como un tesoro, y que posteriormente olvidarán, todos ellos, mis familiares; quienes están reunidos alrededor mío murmurando como si no los escuchara, especulando cómo llegué aquí.

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