Cuarto concurso de cuento corto: Recuerdos de una mujer olvidada








Recuerdos de una mujer olvidada


Mientras observaba el iris negro y profundo de sus ojos, recordaba como nuestras vidas se habían transformado irreversiblemente en un instante. Mi abuela, una mujer empoderada con 80 años de fortalezas y tristezas, ante mis ojos hoy era una mujer totalmente diferente. El Alzheimer se había apoderado de su mente. Sus pensamientos flotaban en un mar de recuerdos, más felices que tristes, todos a punto de explotar. Pero, aquel día por primera vez en mucho tiempo su miraba se posaba en la mía, hallaba cierto brillo en sus ojos, en ellos recaían anhelos, temores, cansancio, todo el dolor y amor del mundo.

Era el primer lunes de diciembre, lo recuerdo muy bien porque ese día llovía muy fuerte, los árboles se movían con mucha fuerza, sólo se escuchaban las gigantes gotas caer en el suelo. Como todas las mañanas, entré al cuarto de mi abuela a darle los buenos días, pero aquel día, algo cambió. Ofelia esbozó una sonrisa, diminuta, pero radiante. Tan radiante que su rostro expresaba felicidad infinita. Inmemoriales, sus ojos infantiles me miraban fijamente con un brillo penetrante. Es difícil describir en letras todo lo que sentí en aquel momento, algunas lágrimas brotaron, mi corazón latía muy rápido, no lo podía creer. Volvió a sonreír, no se notó, pero ella sonreía mientras su mirada se mezclaba con la mía. Que hermoso está el día hoy, pensé. Recuerdo que a ella le gustaba escuchar la lluvia y la tranquilidad que ésta emanaba… ¿Lo recordará ella? No estoy segura.

El tiempo fue destruyendo y llevándose todo a su paso, dejando únicamente pequeñas partes, difíciles de juntar. Mi abuelita se aferraba con fervor para hacerse cada vez más fuerte para afrontar su propia batalla contra sí misma y el olvido. Pero, poco a poco había olvidado cada pequeña parte de su ser. Así como ella me estaba olvidado a mí, o eso creía.

Como un rompecabezas comencé a relacionar una a una las piezas. Su áspera y potente voz, más grande que el cielo, aquellas palabras que retoñaban de su garganta, anidando todos los cantos del mundo, sonidos que aún retumban en mi cabeza. Inmediatamente, aquella canción, cada una de sus estrofas, inundaban mis pensamientos, era como si ella me los transmitiera a través de los suyos. “Dolorido, fatigado de este viaje de la vida, he pasado por las puertas de la estancia, y una historia me contaron las acacias” Aquellas memorias, me atrajeron muy fuerte hacía ella, “¿Recuerdas quién soy?” Le pregunté conmovida. Ella, con dificultad, alzó la mirada y en una breve frase me susurró: “Tú eres mi memoria, no lo olvides”.

De repente, la música dejó de sonar y la lluvia cesó. Fue hace  tanto tiempo… 
¿Era Diciembre? 

 Ya no lo recuerdo.


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