Reminiscencia
Aburrido dentro de la
prisión de la creación, sentenciado como observador del génesis por miles de
años, finalmente tuve la oportunidad: un poco de polvo cósmico entró por un
pequeño agujero. Siempre he sido muy diestro fabricando; por eso ellos me encerraron
aquí. Pensé por un instante que esa sería la última oportunidad que tendría
para distraer mi abandonada existencia. A pesar de que el polvo era poco, sabía
que podría moldear al menos dos figuras. Estos seres serían completamente
diferentes; pero resolví que compartirían mi esencia. Así que tomé el polvo, le
agregué un poco de saliva para compactarlo y lo separé en dos porciones. A la
primera le añadí unas gotas de niebla, a la segunda unos granos de fuego. Le di
forma y detalle a cada figura con mis propias uñas. Me saqué la visión para la
figura de fuego; el oído, olfato y gusto para la figura de niebla; y a ambos
otorgué mi tacto. Me arranqué todo el vello para la primera y me rasgué la piel
para la segunda. Con ambas manos y mucho dolor removí mis alas y se las fijé en
la espalda a la criatura de visión; luego fueron mis cuernos para la criatura
de olfato. La primera figura era un ser erguido mientras que la segunda
comenzaba a encorvarse porque la sustancia estaba muy húmeda. Usé algunos de
mis huesos y músculos para darle firmeza. Para mi creación velluda hice cuatro
patas largas que se complementaban con dos de mis piernas recientemente
amputadas. Por otra parte, mi creación alada recibió mis brazos desgarrados y
dos piernas. Como último detalle, impregné la figura cornuda con abundante
grasa, y a la otra la embebí en sangre. Me detuve un momento a contemplarlos.
Decidí que otorgaría mi conocimiento a mi ser de fuego, y mi corazón a mi ser
de niebla. Finalmente, y con el último aliento de existencia que me quedaba,
partí mi alma en dos: una para cada una de mis criaturas.
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