A esa hora es inevitable
no pensar en la casa, en sus pasillos apagados porque estuvimos ausentes todo
el día y el recibo de la electricidad está muy caro, en el café con poca azúcar
porque el azúcar en exceso es malo y nos puede causar diabetes, en el escritorio
y sus arrugados papeles, en la ventana con vistas a una calle donde solo un
árbol sobresale y esa es la muestra de que el medio ambiente es un asunto serio
y hay que cuidarlo, a esa hora de la tarde, cuando cada vivencia se asienta en
el subconsciente para aguardar el sueño, cuando la mochila cerrada esconde el
olor rancio del arroz preparado temprano en la mañana para el vianda de medio
día, pero que quedó en la coca porque ya no teníamos hambre, a esa maldita hora
en que los edificios parecen las flores marchitas de un inútil regalo de quince
años, a esa hora, a esa hora se siente en el ambiente el eco de un día
alborotado, uno que resuena en nuestros roces con el aire porque en cierto modo
es el aire mismo, un zumbido que se vuelve presagio de noche. En ese momento,
en que no hay día ni noche, cuando toda superficie se baña de oro celestial, en
que los sucesos se extienden torpemente como el andar de un perro que se
detiene ante cada aroma de andén, cuando las hojas se desprenden del follaje de
los árboles y se dirigen al suelo con esa circunspección con que se abandona a
la multitud que nos ha aplaudido, en esa hora caen las hojas, con ese
revoloteo, como de mosca de sin alas, haciendo de la gravedad un sofisma y de
cualquier cuadro en que aparezcan una sofistería.
Y así pasan los segundos,
como diástoles de tiempo, de uno que embellece todo de un confuso surrealismo,
que resalta de los cuerpos las ideas y los deja existir en su forma etérea,
como en un sueño, y como un sueño esa hora no tiene principio, es indiferente a
la causalidad, a la filosofía, al tiempo mismo; y a cualquier conjunto de
palabras que ose su descripción lo hace falso, porque la descripción es
raciocinio puro y su verdad pura irracionalidad, por eso la certeza de este
manuscrito está en su falacia, en esa hora.
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