El ultimo recuerdo
Cuando las hojas de los árboles en la época de verano se movían con una
libertad particular, en la radio se reproducían canciones que estimulaban la
sensibilidad humana. También, en ese momento reposaba sobre una silla de
madera, un espíritu con su baúl de recuerdos, que no era visible para nadie ni
para su propio dueño, solo se sabía con certeza que la palabra “memoria” se
adecuaba a su descripción, ese término con un número tan reducido de letras
hizo que pasaran por su mente mil y una incógnitas, se preguntaba a sí mismo:
¿Por qué aquellas fotografías captadas con un órgano tan sorprendente como el
ojo ahora no eran tan claras? y ¿Por qué el baúl tenía el poder de decidir “Este
recuerdo si” o “Este recuerdo no”?
Entonces, esa tarde cerró sus ojos para comenzar una travesía especial,
desafiando el poder de su espíritu con la memoria intangible para navegar, no
en un barco, viajar, no en bus o avión sino simplemente con el poder de todos
los sentidos. Su primera y única parada en esa disputa fue cuando se encontraba
en su habitación, sus lágrimas incontrolables secadas con el suéter de su madre
donde aún permanecía el olor de su perfume, sintiendo como si la abrazara cada
vez que quisiera, este momento donde la realidad se confundió con el recuerdo,
el espíritu entendió que había ganado pero esa victoria fue arrebatada en
segundos, cuando sintió que no podía moverse, y su espíritu se iba
desvaneciendo en la silla de madera.
Ahora, una tapa de vidrio del féretro separaba su
rostro de carne y hueso con el de su madre desconsolada, ahí, entendió que no
todos los momentos y todas las personas que pasan por la vida pueden ser
recordados y palpables; mientras tanto en el fondo la multitud entonaba:
-Dale,
Señor el descanso eterno, brille para él la luz perpetua.
Bianchis
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