Penetrando en lo más profundo del bosque, se
encontró el hombre con un lote baldío; allí había, además de un montón de
cabras de diversos colores, un enorme molino de viento, cuyo motor de
movimiento no era el mismo aire, sino una enorme rueda que permanecía inmóvil
en el momento. Cuando se acercó, dando tan solo un paso sobre el solar, los
bóvidos se voltearon para verle, todos a un mismo tiempo, como un millón de
almas perdidas buscando un guía. Antes de que aquel individuo pudiera emitir
una palabra, los animales se dieron a la carrera, dirigiéndose hacia la enorme
rueda del molino; subieron a ella y comenzaron a correr en dirección al oeste,
causando con esto que las hélices del enorme artefacto industrial se pusieran
en marcha. Frente al desconocido, se quedó únicamente una oscura y sombría
cabra, que le miraba con ojos de codicia. ‹‹Di tu propósito›› —susurró en el
vacío una voz. ‹‹¿Quién me habla?›› —preguntó a su vez el angustiado hombre. ‹‹Me
tienes en frente. —respondió el otro— ¿Acaso no me ves? ¿No puedes centrar tu
mirada en mí?››. Observándole con detenimiento, el humano no pudo evitar
mostrar una ridícula sonrisa. ‹‹No crees que sea real
—respondió el animal a sus pensamientos—, sin
embargo, estás aquí en busca de mí››. ‹‹No puedo creer en aquello que no veo
con claridad›› —respondió el sujeto. ‹‹¿Puedes ver tus órganos?›› — argumentó
la bestia con un tono de ironía — ¿Acaso has visto alguna vez tus huesos o tus
venas? Y, sin embargo, sigues creyendo que todo está allí dentro, contigo››. El
varón, casi petrificado por el terror, observó por un momento el inmenso
molino; sus aspas giraban a gran velocidad, a medida que las cabras corrían con
mayor fuerza en la enorme rueda.
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