Ir al contenido principal

Quinto Concurso de Cuento Corto: Visitas frecuentes

 


Visitas frecuentes

Ars

 

Para la mente que vaga,

cada letra es un hogar.

 

Llegué invitado por un amigo. De haber sido por mí, probablemente nunca habría visitado aquella casa. La fachada era antigua, pero estaba bien conservada, como si los años no la hubieran tocado. Sin embargo, no entré ese día. Ni al siguiente. Un par de semanas estuve meditando en la acera. La miraba con extrañeza antes de salir como alma que lleva el diablo a alguna otra casa (a veces, incluso, a la mía). Una molesta monotonía junto con una aberración a la repetición me hicieron entrar. La reja no supuso un problema, pero el descuido del jardín casi me hace dar la vuelta para no volver jamás. Aquí y allá, entre jacintos y lirios, pude ver algún mueble reluciendo fuera de tono o arrojado ahí en par patadas; ganas no me faltaron de cargarlos hasta la calle, a que cogieran moho entre la basura, junto con el idiota que se atrevió a tanto.


Subí un par de escalones y alcancé una sobria puerta de madera tallada. He visto casas en las que conviene no tener siquiera una puerta, porque lo derruido del interior la hace innecesaria (o porque sobran cosas para llevarse, cosas de las que apropiarse con gusto y sin objeción alguna, por lo que sería tan solo un estorbo); aquí era una mera cortesía, porque el patrón tallado parecía invitar, haciendo sobrar el timbre o cualquier otro anuncio. Entré. Para lo que allí vi, me cuesta encontrar palabras: era un museo y un recital, un teatro vacío con el aforo lleno. Adentro no había nadie, más allá del hombre que se pasaba de un espejo a otro y se dedicaba a verse por horas. Desde entonces he salido y entrado muchas veces a esa residencia con nombre de poeta. He sabido por otros que allí no se encuentra nada, ni un abanico. A mí, en cambio, me parece que no le cabe algo más a ese vacío.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Concurso Cuento corto: LA NEGRA CARLOTA

LA NEGRA CARLOTA Ahí viene! La negra Carlota que se pasea por la plaza, los chicos se vuelven locos por su cintura y su cadera. Pero mira que no ven lo que lleva por dentro, se siente triste, absolutamente sola, denigrada y sin dignidad aluna. Por qué todos los días, tiene que salir a vender su cuerpo, para poder mantener a sus ocho hijos. MARIA CUENTO

VIII concurso del cuento corto, ¿NO SABES DE SEBAS?

 ¿ NO SABES DE SEBAS? Toda las comodidades posibles su familia le entregó, vistió bonito bajo la luna y fresco bajo el sol, no le gustaba la lluvia y se quejaba del calor; la primera su cabello despeinó, la segunda excesiva transpiración le brindó. Estudió, entrenó y trabajó, pero nada de eso le gustó. Sus parientes le enseñaron lo bueno y lo malo él escogió. Una amistad le presentó la calle y eso sí que le encantó. Conoció una amiga nueva y con ella se quedó, fue un cambio abismal; pasó de su casa a un callejón. La ese se agrandó, ahora se cree un dios, dejó de ver por ojos ajenos y de todo se adueñó. Venía de la nada, pero iba por todo. Las caricias de su madre jamás las aceptó, las de su abuela siempre las ignoró, y los consejos de sus tíos nunca los escuchó. Hasta los quince años de su casa no salió. Si un día quiso aquellos zapatos; mami se los compró Quería estar a la moda; papi lo vistió. Como la e, salió de noche sin saber para dónde fue, vistiendo de negro desde la cabe...

VIII Concurso del cuento corto, SANTA ELENA CITY

Dicen que estoy loco. Algunos se preguntan cómo terminé aquí, pescando en el caño de la galería Santa Elena. Yo les digo que no es ningún caño, que es un río, pero que ellos todavía no lo pueden ver. Se ríen de mí, tomándome como un caso perdido. Qué más da, sigo en lo mío, tratando de pescar alguna rata en este majestuoso río negro que se extiende por toda la ciudad. ¿Que cómo uno termina viviendo a la orilla de un caño, en medio de la basura y de los adictos? Eso es fácil de responder, toda la respuesta radica en que uno se aburre, se cansa, se fastidia de llevar una vida inalterable. Se cansa de las mañanas en las que te levantas y quieres seguir durmiendo, pero sabes que si sigues durmiendo al rato llegarán las llamadas de tu jefe para preguntarte no cómo estás, sino cuánto tardas en llegar. Un ser humano normal se fastidia del día a día, de la lucha por la supervivencia urbana, de los malos tratos entre nosotros mismos, de los horarios, de las metas que tienes por cumplir. Díganme...