Quinto Concurso de Cuento Corto: EL FANTASMA DEL PESCADOR


 

 

Hace ya muchos años de los que no tengo memoria ocurrió en buenaventura una maravillosa historia. De la orilla del pacífico un pescador zarpó en su pequeño potrillo con atarraya y tambor. Quería atrapar un pez y comprobar que su vecino poco o nada lo vencería en su juego retorcido, su mujer le había dicho que no saliera de pesca, pero él muy testarudo a la a ventura se marchó dejándola con sus hijos sin mayor explicación.

 

Cuando estaba en altamar se ha encontrado a su vecino quien sin vacilar le dijo que el tiempo no perdiera que para pescador no había nacido y que mejor guardara sus fuerzas, ya la presa había cogido y él no podría atrapar a tan colosal bestia para su orgullo agrandar.

 

El otro hombre sin mirarlo su potrillo aceleró y se adentró hacia el vasto océano para cumplir su labor. Él estaba convencido de un gran pez atrapar y demostrar a su vecino que realmente era capaz, pero el pobre no sabía lo que le iba a pasar, pues la furia del océano estaba por comenzar.

 

Desprevenido pescaba esperando el familiar halar de algún gigantesco pez que su atarraya alcanzara pero pobrecito de él no había conseguido nada, tan solo cansancio y hambre y las aguas desoladas.

 

Dieron las siete y las ocho luego las nueve y las diez y aquel pobre pescador solo estaba del revés, solo había conseguido una diminuta sardina, cuatro o cinco camarones y una pequeña lubina. Cuando toda su esperanza ya parecía perdida de repente saltó un gran ñato desde el agua fría, de inmediato el pescador recogió su atarraya intentando agarrar al pez que ahora ansiaba más que nada, pero cada que lo hacía notaba que se alejaba así que él lo seguía con ceguera desmesurada, cuando el hombre echó de ver no reconocía nada, tan solo sentía frío y vacío en sus entrañas.

 

Intentó regresar enseguida con su mujer a su hogar, pero una vez más asomó aquella aleta del ñato que casi logró capturar, sin siquiera pensarlo dos veces su canalete tomó y se adentró en el océano para atrapar al bribón. Ya sin fuerzas se quedaba, pero él seguía remando, quería atrapar al pez y sin duda regresar triunfando, así le tomara la vida el seguiría luchando.

 

De repente a la distancia un nubarrón se formó y rápidamente la luna del cielo desapareció, las estrellas al mismo tiempo del firmamento se ocultaron como si ese fuera el final, el final de todos los astros. Rápidamente las gotas del cielo fueron cayendo como fuertes pedazos de roca azotando el pobre océano, los rayos al mismo tiempo descendieron de las alturas haciendo más terrorífica aquella noche tan oscura.

 

Grandes olas se formaron y también grandes remolinos que solo perseguían a su pequeño potrillo, el remaba con gran fuerza y sin detenerse tantito, pero siempre la corriente lo atraía hacia el peligro, quería huir de la muerte y eso estaba decidido, tan solo necesitaba un pequeño empujoncito.

 

El pobre hombre asustado a su remo se aferró y clamando por su vida al cielo extendió su voz; dioses santos no me maten, se los pido por favor, sé que esto es un castigo, pero les juro que he aprendido y de ahora en adelante tomaré el consejo divino.

 

Al parecer ya era tarde y los dioses se habían ido porque la furia del océano tan solo había crecido, lo último que vio aquel hombre fue el ojo de un gran remolino, donde rápido fue absorbido él, su atarraya y tambor y su pequeño potrillo. Se había ido para siempre sin despedida y aviso furioso y sin lograr aquel gran cometido.

 

Hoy en la noche a lo lejos se ve un pescador perdido que aparece con la luna y cae con el sol y su brillo, quien tira y recoge su atarraya buscando en el mar pacífico, cazar una grande presa y vencer a su vecino.

 

No siempre se logran las cosas y menos lo que es dañino, así le pasó a aquel hombre y su orgullo desmedido, para él fue tarde y no regresará ya que ahora y para siempre el fantasma del pescador será.


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